domingo, 2 de agosto de 2009

Rastro de Tarragona, pequeña maravilla


Tarragona es una ciudad, paradojicamente, muy desconocida para las gentes de esta ciudad, y eso que está muy próxima a nuestras "colonias" playeras. Mantiene todo el sabor de una pequeña ciudad mediterránea, con aires muy italianos, sabores y gentes genuinos, casas, palacetes y calles extraordinarias. La conozco muy bien, he tenido la suerte de poder vivirla intensamente, es una maravilla ver como los muros de muchos edificios te descubren impresionantes sorpresas como inscripciones romanas o preciosas conchas de mar insertadas con delicadeza. Muchas casas del fantástico barrio de la Catedral están hechas con sillares de la muralla y otras construcciones romanas como el circo o el teatro. La plaza La Font, la plaza de la Catedral o las bonitas y pequeñas calles de la parte más alta son un viaje al pasado, pero con ese clima fantástico, pegajoso en verano, insuperable el resto del año. Una pieza más de tan encantadora ciudad es su ratro dominguero, de los de antes, auténtico, de los traperos y pícaros del casco antiguo. Con esa filosofía estupenda que tenía el antiguo Rastro de Zaragoza del Mercado Central, o más tarde el de la Plaza de Toros, ahora todo perdido y convertido en un penoso parking con marcas pintadas en el suelo, con frío en invierno y devastación en verano. Los rastros son los sistemas de recicle del pasado, las cosas bellas que no mueren y son recuperadas por quien sí sabe valorarlas. Son búsqueda, diversión, amistad, relaciones, saludos con los vendedores, bonitos tesoros, son cultura. El de Tarragona es así, abrigado y protegido, entre arcos y calles para que el visitante disfrute con la parada, mire con detenimiento, se toma una cervecita y salude a los amigos, el seny catalán sabe cuidar estas cosas. En Zaragoza, gracias a la providencia, quedan los dos pequeños oasis de Plaza San Francisco y San Bruno, que irán a más, porque el "parking Expo" no es un rastro, es eso, un parking.

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