Ya había degustado alguna estancia en la bella isla de Menorca, situada dentro del archipiélago de las Baleares (para los de fuera). Una isla encantadora, accesible, tranquila, conservada con cabeza y poco destruida por la especulación urbanística.
Es curioso el carácter menorquín, han sabido guardar y quedarse con las cosas buenas de los mucho propietarios que han tenido. La experiencias británica dejó una buena y valiosa huella, en la arquitectura, en las construcciones, en algunas formas de ser y en algunos modos de vivir. La ginebra queda como otro legado, en una bonita y antigua fábrica ubicada en pleno puerto de Mahón. Los franceses también dejaron una ligera marca, especialmente en Sant Lluis, donde se conservan algunas calles con nombre de nobles galos y estructuras urbanísticas que recuerdan los pueblos franceses, bonitos y ordenados. Poco queda de turcos, nada. Sí que toda esta mezcla de propietarios deja en el menorquín un carácter ambivalente, acogedores pero medidos, recelosos y amables, aunque la gran mayoría de las personas del sector servicios sean de fuera de la isla.
Sí que tiene la isla un valor encantador, es un lugar donde pueden disfrutar los niños y en donde los adultos también tienen su espacio y oportunidad. En esta sociedad con dictadura infantil que vivimos, siempre es agradable encontrar espacios donde el chaval chapotea en la cala que no cubre, pero tú puedes cogerte unas gafas y bucear en busca de fondos marinos o peces coloristas.
Me encanta la luz de Menorca, también su viento, duro y directo.... alabo la inteligencia que han tenido conservando gran parte de la isla fuera de la ambición urbanística.... incluso su red de carreteras parece anacrónica, como si no quisieran cambiar. Os pongo unas fotos de texturas, colores e imágenes y os invito a viajar a este estupenda isla española que en la que , si estuviera en Italia o el Caribe, nos pegaríamos de ostias por pasar unos días.
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