domingo, 12 de mayo de 2013

La sirena del BANCO DE ARAGÓN


















Esta sirena tan bonita que veis en la foto y que preside la azotea del antiguo Banco de Aragón, tiene su historia y pasa desapercibida frente al viandante. Se puede ver perfectamente desde la Plaza Salamero. Os adjunto un bonito texto leído en los Blogs de Heraldo y que incorpora algo de luz ante la bonita y curiosa sirena de 7 piezas: http://blogs.heraldo.es/tinta/?p=1966


"Ahora que está de actualidad el tema de la jaculatoria de la Virgen del Pilar, no está de más recordar que no hace mucho tiempo había también otros ‘sonidos ciudadanos’. Quizá el más famoso de todos ellos fue la sirena del Banco de Aragón, que estuvo en uso durante buena parte del siglo XX y que, pese a sonar tan solo una vez al día, marcó el pulso de la ciudad. Eran muchos los ciudadanos que aprovechaban la sirena para poner el reloj en hora. Tuvo dos emplazamientos y, con motivo del traslado, en abril de 1959, HERALDO publicaba el siguiente reportaje:
La sirena está triste…, ¿qué tendrá la sirena?… No, no vamos a parodiar la conocidísima ‘Sonatina’ de Rubén Darío. La sirena del Banco de Aragón, tan popular, tan familiar a todos los zaragozanos, sentía el peso de los años y reclamaba su ‘jubilación’. No, no ha sido reparada, como se dijo en un principio; los deterioros que la pobre presentaba en el armazón metálico de sus bocinas no tenían reparación posible y, por ancianidad, se le ha eximido de todo servicio, sin señalársele pensión vitalicia alguna. ¡Oh la ingratitud!…

Hace quince días, aproximadamente, fue desmontada y el Banco encargó a Talleres Zaragoza la construcción de otra de iguales características. Las siete flamantes bocinas, pintadas de rojo, han llegado ya a su nuevo destino, que no es otro que la terraza de la casa número 5 de la calle de Valenzuela, inmueble perteneciente al magnífico bloque de viviendas donde tiene su sede central la prestigiosa entidad bancaria.
En verdad que muchos, muchísimos echarán en falta el toque de sirena de las doce porque, no en balde, a su pitido se confrontan infinidad de relojes y muchas amas de casa, al oírlo, sabían del tiempo de que disponían para ‘aviar’ el condumio y que no les sorprendiera la llegada de los suyos demasiado pronto… El Banco de Aragón, la entidad que regala a Zaragoza la fuente luminosa que habrá de instalarse en la Plaza de España, bordeando el monumento a los Mártires, conmemorando así el cincuentenario de su fundación, presta a la ciudad un inestimable y simpático servicio con esa sirena de la que todos estamos pendientes al mediodía.
Es el joven y atento director adjunto del Banco, don José Joaquín Sancho Dronda, quien sube con nosotros a esas estupendas atalayas zaragozanas que son las amplias terrazas de la casa número 5 de Valenzuela, desde donde divisamos, en esta tarde de fuerte viento, un interesantísimo panorama urbano. Aquí arriba, frente al templo del Pilar, están los siete tubos de dos metros de largo, recién salidos del ‘horno’.
-Esperan -nos dicen- a que se termine de reparar el antiguo castillete que las sostenía y a que los albañiles terminen de construir la base para el mismo.
Echamos un vistazo a los trabajos de albañilería. La nueva sirena será colocada precisamente en la esquina del edificio, frente a las tiendas de las Escolapias de la calle de Valenzuela, y será visible desde la Plaza del Carbón.
-¿Por qué este cambio de emplazamiento? -preguntamos-.
-Porque donde antes estaba, o sea en el Coso, frente a la calle de Alfonso, el sonido quedaba encajonado y era muy fuerte. Según opinión de los técnicos, la estridencia desaparecerá y el pitido se hará más suave tras colocarla en este lugar
La sirena del Banco de Aragón se debe a la iniciativa del que fue director general de dicha entidad bancaria, don Alberto Carrión, que la trajo de París. Antes hubo otra, también francesa, pero fue llevada a la sucursal de Huesca cuando trajeron la nueva. Esta tradición data de hace cuarenta años. Su pitido tiene una duración de diez segundos de iniciación, veinte de sonido intenso y diez de descenso; unos cuarenta segundos en total.
Quince minutos antes de las doce, un empleado baja al cuarto donde se encuentra el cuadro de mandos -instalado en el sótano del nuevo edificio-, sube una palanca y se enciende una lucecita roja. Desde este instante el funcionamiento de la sirena se convierte en automático, y cuando las saetas del reloj de la casa ‘vieja’ marquen las doce, el pitido sonará.
Ustedes se preguntarán: ¿Y por qué no se deja conectada y de esta manera se evitaría la preocupación de bajar todos los días al sótano? Porque… sonaría también a las doce de la noche. ¿Está explicado?
El cuadro de mandos tiene otro dispositivo para hacer sonar la sirena cuando convenga. Ejemplo: cuando viene Franco, cuando el viaje de Eva Perón, cuando el vuelo del ‘Plus Ultra’, cuando nuestra guerra…
Aparte de las razones expuestas para tener la palanca baja y que la sirena no ‘pite’ a media noche, existe otra: en cierta ocasión sonó media hora antes del medio día; fue debido a un contacto producido por unas obras de reparación que se estaban efectuando en las inmediaciones. Para evitarlo es conveniente dejar bajada la palanca. Si el contacto se produce en el transcurso de los quince minutos de margen, no sería tan notado. Los ordenanzas del Banco se turnan en esta misión, y durante la guerra fueron todos los empleados los que montaron guardia para avisar a los zaragozanos de la presencia de aviones.
El señor Sancho Dronda nos dice:
-Probablemente en el nuevo emplazamiento se reducirá el toque agudo que, como saben, tenía veinte segundos de duración. Se había pensado dar a las bocinas una ligera inclinación hacia arriba para que el pitido intenso no suene tanto, pero todavía no se ha decidido sobre esta cuestión técnica.
-¿Seguirá funcionando la sirena conectada con el reloj del antiguo edificio?
-Desde luego. Creemos que dentro de diez días estará en condiciones de funcionar.
De la terraza, bajamos a la planta baja. En un patio de luces del mismo inmueble, nos muestran las bocinas ‘retiradas de la circulación’. Su ancianidad, sus achaques se dejan sentir ostensiblemente. Ellas, que durante tantos años han venido, día a día, marcando a los zaragozanos uno de los trascendentales minutos de su vida, no han podido sustraerse a la acción de ese tiempo al que, con tanto celo sirvieron, y el peso de los años ha caído como una maza sobre ellas, destrozándolas.
La sirena está triste… La han ‘jubilado’ y, desde ahora, el resto de sus días habrá de ser triste, muy amargo, viendo cómo otra en su lugar, joven, impetuosa, llena de vigor, señala las doce a los zaragozanos.
Es la vida, amigos…"

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