Lo de Wes Anderson es adicción, es la realidad. Si entras en su universo de películas corales, estéticas, cuidadas al máximo como un huevo de Fabergé es difícil que abandones el club. Con el cine de este minucioso artesano me ocurre siempre lo mismo, quizás la carcasa, exquisita, no deja entrever el interior profundo.
No es fácil entrar en las tripas del coro de excelentes personajes que pueblan una película como ésta, hay tanto detalle, tanto cuidado matiz que se requieren varios visionados para no perder bastante información. Bill Murray es un actor, a mi entender, supremo, y perfecto para dar a vida a este explorador submarino en horas bajas, el resto de grandes actores en nómina de Anderson, Houston, Wilson, Dafoe, Goldblum, geniales uno tras otro.
Un metraje quizás algo excesivo pero, una vez más, una película diferente, absolutamente preciosista, con todos los tics de director tejano, esa sublime utilización del color como si de un pintor flamenco se tratara, el humor loco de sus personajes, cuidada utilización de la música, una serie de roles únicos e inimitables y un asombroso valor en la pincelada, que algunos pueden tachar de que no deja penetrar en el alma del objeto.... yo creo que es su forma de hacer cine y que es perfectamente consciente de esa forma de hacer.
Me ha encantado, una vez más, el cine de Anderson.
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