Como una bacteria indestructible, como una cucuracha americana resistente a bombas termonucleares, como un caduco payaso que, tras pasar por la trena vuelve a las pistas, el sempiterno injertado vuelve a copar las calles de Italia. Con su cartel rancio de siempre, visto mil veces, su sonrisa maquillada y su desastrosa publicidad. Como curiosa anécdota, su cartel se superpone al de un circo on tour.
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