EL TREN PASA POCAS VECES, Y CUANDO PASA, HAY QUE COGERLO

Hoy me ha pasado una de esas cosas que ocurren pocas veces en la vida, y, por singulares, se convierten en anécdotas inolvidables.

En un día pre-puente de perros, con la agenda insultante y diabólica, me he encontrado recorriendo a paso casi de trote el Paseo Cuéllar de Zaragoza. En éstas que paso por delante de un portal donde, una señora de mediana edad, había sacado unas cestas de ropa, en claro momento mudanza. A su lado, en un montículo, un par de juegos de mesa nada interesantes, y, oh sorpresa, un Ibertren 3N 112, mi pieza preferida de la marca, la que tuve de niño y jamás recuperé.

Miro a la señora con ojos de carnero degollado y le pregunto si me deja mirar la caja, me contesta que sin problemas, que está incompleta.... "¿lo quieres?".... glups, ante tamaña pregunta sólo puedo decir... "¿de veras me lo regala?".... "sí, hijo, y llévate esta caja blanca también que está llena de cosas".... "¿seguro señora?".... "claro hijo, ¿para que quiero yo este zarrio?".

Bueno, pues el magnífico Ibertren se viene a casa con este que escribe sabiendo que, cuando abra la caja, el contenido serán los restos del naufragio. Nada de eso. Ibertren impecable, completo y casi sin usar, hasta con los clavos rojos de sustentación de vías, luxury.

Rizando el rizo, perfectos inserts con catálogos, folleto, hoja de precios, garantías y diversos materiales más que interesantes que demuestran la gran calidad de este juguete español.

La señora, además, me hizo entrega de una caja blanca que no he abierto hasta estar en casa. Dentro de ella, estupendas cajas de vías, cruces y, lo mejor, un par de cajas que contienen las famosas estaciones de Salou. Un regalo navideño maravilloso que, seguramente, iba a acabar en un cubo de basura. El buen Ibertren 112 se salvó por los pelos, gracias a esta ciudadana anónima donante de viejas emociones.... me imagino que su hijo, al enterarse de tamaña felonía, tendrá un buen follón con su señora madre.