Está tristón el rastro, está gris. Yo creo que todo está gris. Puestos a medio gas, caras serias y circunspectas de los vendedores, poco material, poca renovación y pocas sorpresas. En este penoso año de transición y ausencias el rastro es un síntoma claro de la situación, es como si transmitiera el pulso de una sociedad aletargada.
Pero seamos optimistas y tengamos esperanza. En ciudades como Madrid el mítico rastro está desaparecido desde marzo, eso sí que es triste, porque es la vida de todo un barrio.
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