ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO, O LA VIGENCIA DE UNA OBRA MAESTRA

Ayer en la segunda cadena, dentro de "cine clásico", lo cual me llena de orgullo, proyectaron la versión íntegra de 1979 de "Alien, el octavo pasajero". Esta peli dicen que es de cienca ficción, yo siempre he pensado que es una peli de terror, y del bueno, ambientada en el espacio, sí, pero con todos los resortes, deliciosamente trabajados, de una buena peli de miedo.

Es la cinta que más veces he visto en el cine, once, y muchas más en casa. Su vigencia es impresionante, pese a dos o tres pequeños detalles de aquellos postreros 70 que uno perdona con una sonrisa en la boca.

En aquellos años el cine fue laxo y elástico ante la creatividad de los nuevos cineastas, entre los que estaba Ridley Scott. Scott, inteligente, siguió los patrones de una buena cinta pavorosa pero supo innovar y ser el primero en hacer muchas cosas, como un "robot" que da el pego, una nave industrial, sin alma ni esencia Flash Gordon, simplemente transportadora de carga, prisión angustiosa (como una vieja mansión) del grupo de protagonistas. Supo utilizar aprovechar el enorme talento del suizo Giger, que con su arte orgánico hace historia, del cine, del arte y de la ciencia ficción, creando el primer alien-superior inabarcable, terrible, asesino sin alma, entre insecto, crustáceo, mantis religiosa o dinosaurio branquiado. Incluye, por primera vez, a gente "civil" como protagonista, simples mecánicos... destruye la mente con una de las escenas más terribles de la historia del cine con John Hurt (supremo) como víctima.

Y, pese a ser ciencia ficción, se huele la grasa, la verdad, el ordenador, las fugas o el óxido en las esquinas.

Se apoya en una banda sonora suprema de Goldsmith, apuesta por un grupo de actores secundarios (ahora ya muy conocidos), pero entonces, ninguno era una estrella, simplemente, como los tripulantes del Nostromo, eran un grupo de trabajadores de la industria, en este caso, del cine.

Alien me voló la cabeza en 1979 y mantiene su frescura y poder tras más de 40 años. Un par de saltos di en el sillón, como se debe, y eso que me la se de memoria. Imaginen ustedes el espectáculo en el Cine Palafox en 1979, aterrador.