Un oasis en un marasmo de franquicias, imperfecto, pero oasis. Ubicado en la calle Ventura Rodríguez, 5, en pleno centro de la ciudad, este Bora Bora guarda casi toda su estructura arquitectónica y decorativa de los 70.
Intimidad, oscuridad, cerámica fantástica (una obra de arte) en sus paredes, que según me cuenta Bob, el encargado del bar y fan absoluto del fenómeno tiki, es revisada por su creador que de vez en cuando se pasa por el local a ver su antigua obra.
Como curiosidad cabe destacar que dentro de su preciosa vajilla disponen de todas las vasijas del antiguo Casa Ming, ya cerrado. Bora Bora se quedó con el stock de copas y elementos tiki. Bonitas vitrinas llenas de elementos casi desaparecidos, vasijas, piezas de cerámica e ítems de otros tiempos.
Nos llama la atención la insoportable música que atrona nuestros oídos, alejada de lo que debería ser, música hawaiana o polinesia. El encargado nos comenta que esa es la música que ponían originalmente pero que los clientes se quejaban por ser aburrida y poco interesante, solicitando el reguetón infame que ahora suena rompiendo la magia y evitando que nos quedáramos a tomar un coctail. Es lo que hay, una pena porque una experiencia en un espacio de estos tiene que ser global, y una detestable música atronadora impide la conversación y el gustoso paladeo de un buen elixir. Desde aquí un saludo al bueno de Bob que nos hizo casi una visita temática al espacio, contándonos su historia y aventuras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario