MINGLANILLAS Y EL ESPACIO EXTERIOR

Asisto atónito a todo este circo de competición sobre el turismo espacial. Hace unas semanas acudí a un encuentro sobre branding, y un caballero experto en marcas de lujo comentaba que todo lo relacionado con el espacio se iba a poner en absoluta tendencia, ropa, perfumes, complementos, arte (la nueva colonia de Paco Rabanne es un robotillo, jajaja), etc.

¿Y?

En plena pandemia, con millones de muertos, con el planeta tosiendo más que un coche viejo, con un retroceso en la economía familiar, con un envejecimiento terrible de las sociedades occidentales, con un mundo mass-media aplanado y superficial, nos encontramos en una pelea de multimillonarios aburridos y que quieren hacer su viejo sueño infantil de ser astronautas, se gastan unos trillones en hacer unos trastos espaciales que no suben más allá de los 110 kilómetros y pretenden realizar unos hoteles espaciales para oye, tras abono de unos milloncetes, pasar unas noches con la parienta mirando al planeta azul... eso sí,  más aburridos que un ocho.

Yo soy más de la SANA, de Tony Leblanc, del cohete con puerta de 600 y Locomotoro, López Vázquez y Saza de apoyo en tierra... aterrizando en Almería, que es mucho más divertido que la estación espacial y con bocadillo de jamón y botijo en cabina.

Me estaré haciendo mayor pero todo esto me suena a una tremenda memez que poco valor aporta, que genera necesidades de lujo en personas que no saben qué hacer con el dinero y que no dejará renglones de oro en la historia del ser humano. Y todo esto vendiendo billeticos de avión y mandando paquetes, tela marinera. Bezos, olvídate de nosotros por favor.