Sin calefacción, sin comodidades, con toda la belleza y todos las limitaciones que conlleva pasar un par de días en un caserón nobiliario del XVIII. Es una experiencia interesante. Sin televisión, sin wi-fi, sin calefacción central, con un agua corriente que traquetea como un coche viejo, pero con toda la esencia de las cosas auténticas.
Estos viejos edificios de familias adineradas venidas un poco o un mucho a menos, sobreviven y siguen adelante reescribiendo su historia y acogiendo en su espacio, lleno de recuerdos, fotos y libros personales, a extraños viajeros como este que escribe.
¡ Qué espléndida la biblioteca !
ResponderEliminarUn lugar auténtico regentado por un heredero ciertamente díscolo, toda una experiencia a precio de derribo, abrazos
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