Hoy tomaba café con un querido amigo, muy amable siempre, que me comentaba que se entretenía con mis pésimos textos... la verdad es que estructuralmente son deleznables pero creo que algo de humor he heredado de mi querido padre que sabía el hombre convertir hechos cotidianos y olvidables en anécdotas divertidas... y con la cantidad de gente quitándonos la sonrisa de la cara desde la madrugada hasta la carta de ajuste, pues siempre se agradece un chiste, una anécdota o un textillo estimulante, me hace feliz entretener ya desde chaval.
Así que, a partir de hoy, inicio una serie de textos ficticios (o no, vaya usted a saber) que, a modo de crónica, relatan sencillas experiencias de un merodeador que observa los curiosos comportamientos humanos y las distintas anécdotas sonrojantes que puedan producirse dentro de los hábitats que frecuenta un viejo observador y modesto coleccionista. Hábitats donde se encuentran pieles rojas, policías montadas, algún que otro viejo trampero como éste que escribe y propietarios de minas de oro.
Muy interesantes estos textos tuyos. Creo que Gomez de la Serna también escribió algo sobre el rastro (no lo he leído).
ResponderEliminarJEje, imagino que el maestro eestaba en otra dimensión al respecto, me gusta refrescar estos anecdotários folclóricos del mundo de los mercadillos y la contracultura, abrazos!
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