Nada como los primeros viajes y las primeras sensaciones cuando uno apenas sabe nada y todo le sorprende. Esa enorme curiosidad infantil nunca debe perderse y menos la capacidad de sorpresa, pero sí que es cierto que los años hacen que cada vez los "Ohs!" se espacien un poquito más, una parte por conocimiento y otra por cierta tonta falsa experiencia.
El entonces joven y hambriento coleccionista hacía su segundo viaje a la fascinante Londres, una ciudad que la primera vez enamora, la segunda encandila, pero a lo largo de más visitas, por lo menos en el caso de nuestro protagonista, quizás ese desbordante feeling inicial fue poco a poco convirtiéndose en desdén, no por la ciudad y sus contenidos sino más bien por algunas de sus gentes.
Con pocos años en el macuto y toda la honestidad del principiante era una delicia pasear por tiendas impensables en tu ciudad y país de origen. Los icónicos lugares mil veces vistos en la tele, los espacios y personajes británicos, las series fabulosas, la música, Sherlock Holmes, Space 1999, Benny Hill, las tiendas franquicia que ni asomaban por el terruño, allí campaban con la frescura de la dinámica y atiborrante ciudad, frenética y cool.
Algunos problemas de comunicación siempre se producen, sobre todo por el mal inglés que manejaba el buscador de tesoros, pero tampoco ayudan los buenos londinenses que huelen foráneo como los perros el enemigo y se solazan, siempre que pueden, poniendo en un aprieto al que no luce un delicado y afrutado acento digno de Óscar Wilde o del entonces Príncipe Charles, apostillado, declamado tras la deglución hipercara de un té con pastas en Harrods entre moqueta y dorados. Nada que ver con los buenos escoceses que siempre, siempre quieren conectar contigo.
Pues eso, un poquito ridículo el collector hispano en esos foros de gente culta y con la peor dentadura del continente europeo (será el curry, la desastrosa comida o esa rara estupidez de beber la cerveza caliente).
Tras un día proceloso de tienda en tienda, de tebeo en tebeo y de nave espacial con robot en nave espacial sin robot, llegóse el juvenil busca delicias ante una tienda miserable de venta entonces de VHS primoroso de alta calidad, y de unas versiones originales de algunas películas que, en los tiempos que corren donde todo es free-carril suena idiota, pero entonces era un tesoro alcanzar dichas rarezas cinematograficas.
Dicho ésto se entra en la tienda con más polvo que el desierto del Gobi y la sempiterna moqueta, residencia del clásico ácaro británico, cuando nuestro héroe, sonrisa en ristre, calidez torera en el semblante y la mejor y más comercial de sus amposturas suelta una frase que no es especialmente difícil de entender:
"Hello, good afternoon. I´m looking for WIDESCREEN STARS WARS TRILOGY, is it possible? Thank you very much!" No es Shakespeare pero voto a brios que está claro.
Aquel hombre pertrechado tras un deleznable mostrador acristalado con un cristal tan sucio que no permitía ver lo que había debajo de él, miró al jovial cliente entre divertido y "me lo voy a pasar bien".
"¿ESTARGUARS? I don´t know what it is".
Ya sabemos que al español cuando le aprietan con el idioma, si no es dominador, entra en un colapso mental de traca, como iba a entrar el muchacho español. Su cara era un poema. No se ha había sabido explicar.
"STAR WARS".
"Mmmmmmm, excuse me sir, .....estarguars?" Cara de no entender NADA el señor tendero.
"STAR WARS, DARTH VADER, LUKE SKYWALKER.... STAR WARS"
"Mmmmmmm, sorry but not".
Poco se puede hacer cuando uno topa con uno de estos personajes londinenses que "adoran" al cliente foráneo. Al final el spanish costumer hizo, como no podía ser de otra manera, para solaz recochineo del infame british, un poco de mimo manejando sable laser repitiendo GEORGE LUCAS. "¡STAR WARS!"
"Oh! STAR WARS!!!!"
Sí maño, STAR WARS. Y porque no tengo a mano un blaster en condiciones porque no te hubiera disparado pero sí te lo habría hecho tragar a pelo. Fuck you. Y encima, ríanse ustedes, no disponía de la susodicha versión. Yo creo que, desde aquella experiencia, junto con alguna otra más nada agradable, aquel joven dejó de mirar la ciudad con el cariño mitificado que llevaba en la mochila y simplemente empezó a otear y relacionarse con otras urbes y latitudes que, cuando dices ESTARGUARS hacen por entenderse contigo y hasta te cuentan la peli que está por venir.
Aplausos, muchos aplausos!!! AS
ResponderEliminarUna sonrisa en estos tiempos de mueca, abrazos
ResponderEliminarPues suerte que el cazatesoros protagonista del relato estaba de visita en la Pérfida Albión porque si llega a tener que lidiar con un vecino francés, mucho me temo se va con las manos vacías, a pesar de todos los esfuerzos posibles.
ResponderEliminarYo creo que nuestros queridos amigos franceses merecen otra crónica ridícula aparte, igual de exquisita.... pero cierto es que siempre me han tratado bien los anticuarios y mercadilleros galos.... espero haberte sacado una sonrisa. Abrazos
ResponderEliminarExcelente relato en tierras de la Gran Bretaña. Ojito que en nuestro país, también tenemos vendedores muy "peculiares" por no decir palabras malsonantes. Un abrazo de Javier.
ResponderEliminarEn todos lados cuecen habas... habrá para todos... Madrid, Barcelona, Zaragoza... jajajaja, hay mucho ridículo que contar... abrazos
ResponderEliminarEstán por civilizar, los romanos estuvieron poco tiempo.
ResponderEliminarYo creo que, más que eso, les puede la arrogancia y se sienten superiores.... parecen que hayn inventado la rueda.... han sido enormes, el centro del planeta, ahora son pequeños, no son "importantes" y algunos no lo llevan bien, abrazo fuerte....
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