jueves, 5 de septiembre de 2024

EL GRAN CINE DE ROBERT GUÉDIGUIAN

Un fascinante descubrimiento que me demuestra, una vez más, la cantidad de cosas que quedan todavía por ver, leer, disfrutar y paladear. Casi por casualidad llegué al cine de Robert Guédiguian.

Este director y productor, nacido en Marsella, tiene un rasgo único y especial. Siempre, digo siempre, trabaja con el mismo equipo de actores y como escenario utiliza la ciudad de Marsella. Y resulta fascinante ver y admirar la riqueza temática, el hondo calado de su cine, los diversos matices, y la extraordinaria versatilidad de ese ramillete de actores que, en mi opinión, configuran un elenco extraordinario en calidad, emoción y profundidad.

Siempre gentes sencillas, humildes. Entornos sobrios, alejados de los artificios o las artimañas estilísticas. Ariana Ascaride, su mujer, es la protagonista de casi todas sus películas, y vaya actriz, qué emoción desprende, qué mirada, nunca te cansas de verla, siempre es la misma, pero siempre es distinta.

Guediguián transita por las calles de los pobres, los marginados, las gentes con problemas. Me recuerda un poquito aquel cine fascinante de posguerra italiano, pero con un enorme toque francés, mejor dicho, marsellés. El mar, la brisa, el sol y la luz, mezclados con esa verdad, le dan un toque único a sus cintas.

Gérard Meylan, Jean Pierre Darroussin y el fabuloso Jacques Boudet, con algún gran actor más, configuran, junto a Ascaride, un póker maravilloso que he encontrado, gracias a Dios, en un momento en que este tipo de cine entra bien a mis ojos y mi cabeza.

Tienen, si lo desean, y gratis, un buen puñado de sus películas en la cadena ARTE. 

Yo le daría una oportunidad a Guédiguian, su cine es un lujo mínimo, comida casera de la buena, sin tonterías, buen vino y buen pescadito rico del mejor mediterráneo francés.







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