jueves, 12 de septiembre de 2019

LA PAPELERÍA DE JOSÉ MONTANS EN VILLAGARCÍA DE AROUSA

Bueno, encontrar un comercio así y a unas personas de este calado siempre es una experiencia maravillosa, un viaje en el tiempo y una reflexión de cómo eran las cosas antes, tranquilas, más lentas, coherentes y con cierto sentido común, por lo menos en la tiendita de José.

Este hombre tiene cerca de 85 años y sigue con la tienda de objetos de escritorio y también semi-kiosko operativa.... la estructura de la tienda sigue igual que en la posguerra, el rótulo de la fachada es una delicia inencontrable hoy en día en estado perfecto, su carpintería interior de madera (incluida la persiana) un rara avis allá donde se vaya.

Y en sus estanterías pues usted puede encontrar todo lo que se utiliza hoy en día en el colegio y el trabajo (jajaja), lapiceros de madera a los que hay que sacar punta, estuches para el cole, el Diccionario Sopena, cuadernos extra-anchos, plumas, extraños sacapuntas, albumes de singles 45 rpm, en fin, una especie de cueva de Atapuerca de la papelería de los años 60-70, pero en sus últimos estertores.

Casi una hora de elevada conversación hablando de viajes a Madrid a oposiciones funcionariales del Gobierno de Franco, de cómo eran las cosas, y de que "sólo me interesa hablar del pasado", como nos dijo José. Ataviado con una chaqueta de pata de gallo que se nota le iba bien hace 30 años y que ahora, a los 85, pues sobra material, el dicharachero comerciante gallego nos hizo no olvidarle nunca.

Sus precios son conversión de pesetas, porque "así lo dicen los libros de contabilidad", el estuche 2,85€, los lápices en ramillete, 1€, por redondear al alza, je, el diccionario Iter Sopena, 1,80€. "pero José, este precio es muy barato!". "No, valía 300 pesetas, su conversión es 1,80".

Le quise comprar un album de singles pero como desconocía el precio original no lo podía hacer, "no se lo que cuesta, debería ver los archivos".

En fin, una experiencia maravillosa que recordaré siempre. Su mujer lo miraba con condescencia y cierta paciencia, y segura que pensaba "pero José, qué hacemos aquí vendiendo cuadernos?". Factura a mano y suma a máxima velocidad mental, un prodigio.













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