lunes, 25 de noviembre de 2013

CRACOVIA, herencia, belleza y solera

Hacía muchos años que tenía entre uno de los destinos más deseados visitar la ciudad de Cracovia (Krakow, Polonia). Es una urbe muy especial, por historia, carácter y patrimonio. Ha sabido sobrevivir sin grandes heridas arquitectónicas a la Segunda Guerra Mundial y se presenta ante el visitante como un soberbio espacio conservado con inteligencia y respeto, con orgullo diría yo.

Cracovia lo tiene todo. Un vuelo barato desde España, una excelente selección de alojamientos, historia antigua y contemporánea, una arquitectura soberbia, silencio y respeto, solera y modernidad, una red de transportes magnífica (donde conviven tranvías, peatones y automóviles con total normalidad), unos lugares para visitar encomiables, un río fantástico, el Vístula, buenas gentes que llevan como pueden la renovada pujanza polaca, oscuros espacios para el desenfreno, buenos coches (se acabo lo cutre), una red bancaria bestial y mucho mucho que ver. Es un viaje altamente recomendable.

Amable en las distancias en lo esencial, barata en el comer y en el beber, con calidad. Muy influenciada por la comida italiana (como no), pero poderosa calóricamente en la propia, llena de imágenes que quedan en la retina, rebosante de edificios históricos mixtura de estilos, donde el gótico, el renacimiento, incluso joyas románicas y un buen puñado de barroco se atiborran en el castillo o en las viejas iglesias. Gente devota, iglesias llenas. Dicen que son secos, no lo he sentido así, amables, cercanos, prácticos y a lo suyo. 

Cada rincón tiene su historia, alguna terrible, otra brillante. Pero hay que ponerse en la piel de estas gentes, desangradas por el nazismo y sometidas por la Unión Soviética posteriormente.... no parecen recordar nada de lo pasado, simplemente lo explotan con frialdad, más bien miran al futuro con un montón de posibilidades que les ofrece su cercanía a países poderosos y su riqueza autóctona. Puntualidad, sencillez, practicidad, humildad, conservación y orgullo de lo propio y rudeza en la piel de unas gentes que viven encajonados en un espacio escondido al mar, sombrío, inmenso y lleno de belleza.

Unas imágenes humildes de la estupenda ciudad de Cracovia.














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