jueves, 15 de agosto de 2019

LA FÓRMULA DE LA BELLEZA EMOCIONANTE

¿Qués es la belleza? ¿Existe una única belleza?  ¿Cuál es la fórmula del vínculo propio ante la emocionante belleza de un objeto?

Hoy, 15 de agosto, día de fiestas populares, vaquillas, petardos y calimocho, no puede ser mejor fecha para retraerse en la guarida propia, encender la lámpara del escritorio, abrir el blog y sacar a la luz un sencillo y profundo tema de reflexión para aquellos que no anden de peña en peña, alguna persona habrá, digo yo.

Hace unos días escuchaba hablar a un coleccionista compulsivo que me comentaba que, para él, la belleza era estar en su estudio, sentado en una vieja butaca, leyendo, completamente rodeado de objetos que su mirada reconocía como bellos, que no quería perder el tiempo viendo cosas feas.

La verdad es que me hizo pensar. Está claro que la belleza de un objeto reside, por un lado, en el propio objeto, su forma, textura y diseño, el equilibrio de sus curvas o aristas, pero por otro, en nuestro cerebro, nuestro bagaje cultural, el significado que tiene para nosotros, por historia, conexiones mentales, sentimientos despertados. Hay un tercer parámetro, que es su propio relato, sea o no compartido con nosotros, la pátina de los años escrita en su propia narración.

Clave 1:   + Equilibrio formal estético 
Clave 2:   + Visión histórico-cultural subjetiva personal 
Clave 3:   + Aportación histórica como objeto 
                 = VÍNCULO. 

Eso hace que el precio sea, muchas veces, un extraño compañero de juegos. Distorsionador como positiva sorpresa, otras como un puñal en el estómago, casi siempre nada coincidente con el "valor" que nosotros otorgamos a esa pieza, o que otro le otorga, porque es tán único ese parámetro como lo es nuestro cerebro o nuestra vida.

Tengo buenos amigos amantes de las pequeñas cosas que se vendían en kiosko, materiales sin valor para unos, joyas imposibles para otros.... otro, coleccionista de materiales fotográficos, otro de los siempre interesantes tebeos, juguetes, cine, armas, libros, arte, mobiliario, plástico, lámparas, chapas publicitarias, material de farmacia, plumas, relojes, una jungla maravillosa de cerebros dispares.

Algo que, casi siempre es coincidente entres tantos objetos es su indiscutible valor estético persé, su belleza .... las ópticas de una bonita cámara de fotos, sus estructuras industriales, el diseño de un buen juguete, un arma bien forjada, los soberbios documentos históricos, un mueble simétrico y coherente, un reloj virtuoso... si, además, le sumas un valor sentimental emocionante, que te conecta algún resorte escondido y la pieza, por sí sola,  te cuenta una historia apasionante.... ¿qué más se puede pedir?

Al final todo esto se convierte en un gran placer para los sentidos, placer que luego, lejos de diluirse, se mantiene en la contemplación del objeto, cercano, que crece en valor con los años, ya que la pátina del tiempo no hace más que mutarlo en algo mejor. No entiendo tener trasteros llenos de objetos escondidos, algo pasa con ellos si nos se les permite tener su espacio cerca de uno, es mejor que los disfruten otros. Sí creo en la pieza cercana y visible, aunque no sea fácil disponer de espacios para la contemplación en los tiempos que corren.

Por eso comprendo a esos comerciantes en sus tiendas, rodeados de maravillas (o trastos según el ojo que los mire) a los que, muchas veces les cuesta vender. Son felices en su contemplación, les cuesta bajar la persiana pese a los tiempos tan tristes de venta en internet y despersonalización del objeto, la relación y el vínculo.

Llevo tiempo detrás de un objeto que me resulta fascinante. Es una fotografía de Chistopher Lee, firmada por el actor en un hotel londinense en 1990. La imagen es de la película The Mummy, de 1959, uno de los primeros papeles del actor de casi 2 metros. ¿Porqué ese objeto?: 

Clave 1, está claro que es estéticamente interesantísimo, una imagen en blanco y negro poderosa, diferente, equilibrada, de un personaje único interpretado por un actor único. Como pieza estética no tiene tacha. 

Clave 2, Christopher Lee me evoca mis principios acercándome al cine con una visión más allá del entretenimiento. Sus películas y las de la Hammer fueron como un abrelatas mental tras las cuales vinieron millones de subcarpetas, desde las series británicas de televisión hasta el precursor cine de la Universal, Peter Cushing, o su bendita resurrección posterior. Lee es Drácula en una televisión hormigueante en blanco y negro mientras el resto del mundo palidecía con la rojísima sangre de los Estudios Hammer, es sudor en la camiseta y noche en vela. Lee es Barskerville, es la Momia, es pánico en el Transiberiano, es Scaramanga, Ian Flemming, es Tim Burton. Un actor con un físico imposible, un bagaje familiar increíble y una ambición cultural elevada condenado a ser monstruo de fotograma toda su vida profesional.

Clave 3, imagino a Sir Chistopher Lee, ya mayor, siempre elegante, con su profunda voz y su distante sonrisa, firmando en un hotel victoriano londinense ese pedazo de papel fotográfico y pensando "mira, uno que no me trae una foto de Drácula, que alivio". El brillo de la historia en una firma.

Estoy convencido que, para un joven seguidor de Juego de Tronos, las claves 2 y 3 poco aportan, como mucho el posible interés estético sobre una foto que resulta desconocida firmada por un actor desconocido. Por eso todo esto es tan personal, tan único.... por eso ahora los chavales matan por algo relacionado con Juego de Tronos o La Casa de Papel, cosas que nosotros miramos con altivo desprecio pero, que, significan y son lo mismo pero para un nuevo público para el que estos nuevos objetos sí contienen las claves 2 y 3.

En definitiva, todo esto es la fórmula de la belleza emocionante, la del amante de la pintura renacentista, de las figuras del Grand Tour, de los grabados de Picasso, de los cartoons de la Pantera Rosa o los tapones de Coca Cola. Esa belleza, emocionante, en mi opinión, reside en el equilibrio estético del objeto, su bagaje histórico y nuestra bagaje cultural. Mezclando los ingredientes saldrá la fórmula de la graduación del vínculo.




2 comentarios:

Langsdorff dijo...

Sin duda en la belleza de un objeto intervienen multitud de vínculos, con nosotros mismos, cómo es percibida por los demás, cómo ha sido percibida en la historia etc. Es un tema interesante.

Un saludo.



Antonio Saz dijo...

Merece reflexión sí, un abrazo

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...