El antiguo bazar de Tirana ahora se ha reconvertido en un conjunto de puestos, de peor y mejor pelaje, y algunas callejuelas llenas de cosas divertidas y diferentes. El turista es detectado con célula fotoeléctrica y en cuanto pasa los precios de la cosas suben de manera exponencial, pidiendo por cosas pequeñas, como un viejo teléfono de la era soviética, 100 euros o similar. Muy divertido, pero es recomendable viajar a barrios menos turísticos, aunque la cara de guiri no nos la quita nadie.
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