Dicen que Paolo Sorrentino es un director de culto, no se si será así, pero a mi me hace muy feliz con cada una de sus entregas. El cine del napolitano me llega y emociona profundamente, es como la comida, la lectura o el diseño, te llega o no te llega, pero detrás de ello hay ciencia, sabiduría, técnica, sensibilidad, mirada y gusto elevado. Yo entro gustoso cada vez que el exquisito restaurante del italiano abre sus puertas, no deja de sorprenderme pese a tener un sello inconfundible y me resulta enormemente inspirador.
Muchos lo tachan de pedante, carcasa, mucho envoltorio y poca miga... en lo que a mi respecta disiento completamente. Es una esperanza y una pulsante realidad, como hay varias, en el marasmo cinematográfico actual, es néctar y clase, es evocación y arte, es Italia y los italianos, Fellini y el Barroco. Lo mismo le ocurría a gente como a Fellini o Tati, criticados y subidos a los altares por unos y otros (hoy dioses del Olimpo), seguramente porque todos estos creadores no son para todos, son para algunos y los que no son esos algunos, que no son ni mejor ni peor público, pues no digieren bien las propuestas, pero eso es la maravilla de todo este juego, nos gustan diferentes cosas y gracias a Dios el público disfrutamos con propuestas dispares.
Si además, como es mi caso, uno adora Italia, una película en la que la ciudad de Nápoles aparece en todo su esplendor, ya no solo su arquitectura, sino su esencia, acabamos en un festival de los sentidos. El inicio ya te rompe la cabeza y te dice "bienvenidos a mi mundo, empieza el buffet", luego es cuestión de no atracarse y paladear platillos, cuidado, mastica despacio, puede ser una pena indigestarse ante el atracón fílmico que se viene.
Parthenope (nombre original de la ciudad de Nápoles) me ha encantado, emocionado y hecho pensar. Celeste Dalla, pese a su juventud, da un recital interpretativo solo al alcance de algunas pocas, además, su belleza, impresionante, inunda cada plano y cada momento. La aparición de Stefania Sandrelli es un guiño al cine italiano de Scola y tantos otros (gracias por este momento), Gary Oldman en un pequeño pero interesante papel se deja llever y se gusta en su feísmo, y sobre todo los emocionantes Silvio Orlando y Dario Aita, junto con algunos más, provocan un resultado que me conmueve.
Sorrentino pasea por sus universos, como lo hacia Fellini o su colega Scola, por el tiempo y sus efectos, por las raíces, la religión, por Nápoles, el mar siempre presente, por el amor, la pasión y la infelicidad y soledad que produce el intelecto y la pasión por hacer un camino propio. La protagonista nos sumerge, desde los años 60 del pasado siglo, encantadores, en un viaje propio, complejo y lleno de fascinación por el amor, la vida y los sueños. No se si Celeste Dalla encontrará en su carrera un papel como éste, no se me ocurre una oportunidad mayor y un riesgo más tremendo a nivel cinematográfico que el acometido por director - actriz.
la factura es exquisita, pese a sus 135 minutazos, me supieron a poco. Los momentos "universitarios" me parecen impresionantes, diversas escenas, como la del barco o todas las que se enmarcan en la villa a pié de mar, apasionantes. La música, como siempre, engarza como un reloj suizo, combinando está vez un tono más jazzístico con melódico italiano, tan del gusto de Sorrentino. Las fiestas, una vez más, maravillosas, los retratos de la decadente Italia y sus habitantes, la autocrítica, el saber entender la médula de la ciudad que te vio nacer, el paseo por la Nápoles miserable, el Vesubio, el sudor del verano.
Será que son todo carcasa y poca esencia, como dicen los críticos sobre este director y Wes Anderson, pero son los dos únicos cineastas que me llevan a una sala de V.O. a 4 kilómetros de mi casa a ver su trabajo un jueves a las 16:30 horas. Sorrentino, por favor, no dejes de hacer cine.
2 comentarios:
Deseando verla. Ayer vi por enésima vez “la gran belleza” . Disfruté cada segundo
Pues te gustará.... más para un ojo como el tuyo... en Aragonia V.O., imprescindible para una película como ésta... abrazos
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