Por fin he podido visitar el Kahiki, en Barcelona, un bar tiki que se mantiene impecable desde 1977. En pleno centro de la ciudad no se ve decadente ni tristón, todo lo contrario, pese a sus habitáculos diseñados para una época en la que los españoles éramos más pequeños, conserva toda la magia.
Estuve con Domingo, empleado con más de 40 años de experiencia. Me comentó que han pasado por sus estancias todos los famosos y personajes del cine que usted pueda imaginar, incluso el gran Shag hace no pocas fechas. Una lástima que las jarras y envases sean de los que se fabrican en Toledo, una empresa que distribuye de forma industrial por toda España, porque las piezas de cóctel que interesan son las originales de los setenta, muy difíciles de encontrar y conservar casi 50 años después.
Me encantó la pecera. Domingo me contó una anécdota de hace unas semanas. En una de ellas tienen un tiburoncito del tamaño de una anchoa, que navega a sus anchas en un buen estanque. Por lo visto una clienta los denunció a la policía por tener "un tiburón en el local", la policía se presentó presta entiendo esperando que un tiburón blanco anduviera en una charca escondida, al encontrarse con el microbio el desternille debió ser tremebundo e imagino que la cosa acabaría entre risas y un buen combinado.
Me comenta que hay un spin-off de Kahiki en Mataró que debe ser brutal, a ver si coincide una visita.
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