Bueno, pues ya es historia. La antigua fábrica de Chocolates Zorraquino, nacida a finales del siglo XIX y de la que queda la fachada de la confitería de Coso, 56, una joyita comercial, ha sido vaciada para ser destruída y convertido el solar en otro edificio de pisos de esos, la pela es la pela y el mundo sigue. Me da pena porque era uno de los pocos legados industriales que quedaban en la ciudad, pero entiendo que si ninguna institución quiere soltar el cash para convertirlo en cultura, sus herederos quieran un beneficio, es más que natural.
Hoy en el rastro han salido unos materiales que provienen de la vieja fábrica, o así me han dicho. Unos cuantos fajos de cajas de antiguos turrones, años 30-40 calculo, impecables (he cogido uno de cada uno de los modelos) y, lo más bonito sin duda, una barrita de guirlache de muestrario de escaparate que contiene en su interior un taco de madera para simular el volumen, una bonita pieza histórica.
En el rastro, a veces, suelen salir algún lote de estas características. Pueden venderse completos y luego la gente gotea las piezas, lentamente, a millón. Yo, si puedo, pesco suelta alguna migaja y dejo que el material siga su camino.
2 comentarios:
Que chulas. Tienes un afán conservador e historiador que admiro y del que carezco. Y muy buen gusto.
Muchas gracias, pero no tiene más mérito que haberme dedicado a estas cosas durante décadas.... además estas cosas son historia nuestra, conocerlas y conservarlas ayuda a querer donde se vive y eso mejora la autoestima como ciudadano.... abrazos
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