martes, 12 de agosto de 2025

PLANTACIÓN OAK ALLEY, LOUISIANA

Cierro mi periplo por el Mississippi, que ciertamente ha dado muchísimo de sí, con una visita que, en mi opinión, es indispensable, conocer una plantación esclavista. Cuando llegas a los lugares te das cuenta de las dimensiones, y completas tu imaginario con realidades que los escalan como se merece.

La plantación de Oak Alley es, además de un lugar muy bello, una ejemplo impecable, musealizado y cuidado, de cómo era una plantación en aquellos lejanos Estados Unidos. Es quizás, la mejor conservada y visitada, y es muy sencillo contratar una visita que te lleva a unos 90 kilómetros de New Orleans, de camino a Baton Rouge.

Antes de la guerra era propiedad de Jacques Roman, de familia esclavista y con enormes extensiones de cultivo. Tenían influencia, contactos y poder. En la visita, el guía, muy versado, te explicaba claramente la capacidad de influencia de la familia, mientras recorres el salón donde un negro cimbreaba un gran abanico para dar aires a los invitados (incluyo una foto del salón de La Vanguardia). No dejan hacer fotografías del interior de la mansión y nosotros, muy respetuosos, acatamos la indicación, una pena porque dispone de mobiliario interesante. Las dimensiones no son especialmente grandes y corresponden a una mansión europea media-baja. Despacho del señor, habitación de los niños, de los últimos propietarios e impresionantes complementos esclavistas, todo ello presentado con rigor y cuidado.

La familia esclavista disponía a su servicio de casi 900 esclavos. La esposa, Celina, debido a la mala salud de su marido, tenía un gran peso en la política, conversaciones y decisiones que se forjaban en esta mansión neoclásica con columnas de estilo gigante. El nombre, Oak Alley, viene de los impresionantes, grandiosos diría yo, 28 robles que flanquean la entrada, como si fueran un pelotón de guardianes. Pasear en soledad por ese lugar es algo fabuloso, más si pasas de la visita y lo haces por tu cuenta.

Muere el propietario a mitad del XIX y Celina no puede con la plantación, bancarrota y guerra de secesión sentencian el lugar. Diversas familias continuaron como propietarias, de hecho hay un pequeño cementerio cerca del jardín donde descansan varios de ellos,. En los años 70 del pasado siglo una Fundación consigue que se conserve la mansión y las cabañas de los esclavos, recuperadas, pero que dan un claro mensaje de cómo sobrevivían estas personas. Hay una bonita pared dentro de una de las cabañas donde figuran los casi 900 nombres de todos los niños, adultos y mayores que pasaron por allí. 

Estos lugares, a mi entender, son de obligada visita y deben conocerse y que los conozcan los más jóvenes, sobre todo en estos tiempos que vivimos donde el supremacismo blanco (el Secretario de Defensa Norteamericano lleva tatuada simbología del KKK en su cuerpo) vuelve por sus fueros y parece que nos reencontramos con un racismo rancio y poderoso que envenena el desmemoriado mundo en que nos toca vivir.

Un momento oportuno y definitivo esta visita en 2025 a la zona del Mississippi. Los negros siguen tocando la trompeta y malviviendo en las esquinas de Memphis mientras los blancos sacan el billete y se divierten escuchándoles. El gobierno paga cuantiosas gratificaciones a los chivatos de inmigrantes ilegales, y los adhesivos de "no armas" aparecen en cada escaparate. Luego, la gente que nos hemos encontrado, sobre todo los más humildes, no han podido tratarnos mejor. Al final, la gran mayoría son, como en todo el planeta, gente que quiere vivir en paz, pero no deja de ser un país que huele a podrido, a pollo frito y a Risquetos, con todas las maravillas que tienen. Cuento los minutos para poder volver a visitarlo, es el lugar donde el bien y el mal más se tocan con las yemas de los dedos.





























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