Juancho fue una de las primeras tiendas que se ofrecieron a vender Redobles, la revista de la Semana Santa de Zaragoza que dirigí desde 1997 junto a mi amigo César Catalán. Editamos 17 números (el 15 rozó las 600 páginas, casi a modo de anuario) y durante muchos, muchos años, eran muchos los cofrades que se acercaban hasta Juancho para preguntar si ya había llegado el último Redobles. No imaginas la emoción que suponía salir de imprenta y entregar allí las cajas del nuevo número, primavera tras primavera. Tuve la suerte y el privilegio de conocer amplia y profundamente al bueno de Juancho (y a su mujer, María, y Nines, siempre al otro lado del mostrador). Hombre de voz radiofónica, ideas claras, valiente -fue cetro en su hermandad, la Humildad, cargo que siempre requiere de mano férrea enfundada en guante de seda- compartimos muchos ratos en una muestra cofrade celebrada en la Feria de Muestras, allá por 2003; y lo mejor es que me hablaba mucho de los buenos tiempos en la tienda, cuando las manos eran insuficientes para atender a las hordas de público arremolinadas dentro durante las Fiestas del Pilar. Noches sin apenas dormir, con su puerta abierta hasta la madrugada. Juancho nos dejó no hace tantos años; alguien tomó el relevo pero, buff, por ti he sabido ahora que ha claudicado. Nuevos tiempos que, ojalá, nos deparen a otro emprendedor al frente de Juancho: la ubicación es exquisita y merece el mejor de los futuros.
2 comentarios:
Juancho fue una de las primeras tiendas que se ofrecieron a vender Redobles, la revista de la Semana Santa de Zaragoza que dirigí desde 1997 junto a mi amigo César Catalán. Editamos 17 números (el 15 rozó las 600 páginas, casi a modo de anuario) y durante muchos, muchos años, eran muchos los cofrades que se acercaban hasta Juancho para preguntar si ya había llegado el último Redobles. No imaginas la emoción que suponía salir de imprenta y entregar allí las cajas del nuevo número, primavera tras primavera.
Tuve la suerte y el privilegio de conocer amplia y profundamente al bueno de Juancho (y a su mujer, María, y Nines, siempre al otro lado del mostrador). Hombre de voz radiofónica, ideas claras, valiente -fue cetro en su hermandad, la Humildad, cargo que siempre requiere de mano férrea enfundada en guante de seda- compartimos muchos ratos en una muestra cofrade celebrada en la Feria de Muestras, allá por 2003; y lo mejor es que me hablaba mucho de los buenos tiempos en la tienda, cuando las manos eran insuficientes para atender a las hordas de público arremolinadas dentro durante las Fiestas del Pilar. Noches sin apenas dormir, con su puerta abierta hasta la madrugada. Juancho nos dejó no hace tantos años; alguien tomó el relevo pero, buff, por ti he sabido ahora que ha claudicado. Nuevos tiempos que, ojalá, nos deparen a otro emprendedor al frente de Juancho: la ubicación es exquisita y merece el mejor de los futuros.
Muy interesante Sergio, gracias. Es una pena que estos espacios cierren, son hisroria viva de la ciudad, un abrazo
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