Lo mejor de una caza casi siempre es el proceso. Uno ya es viejo cazador, que no gran cazador, y disfruta de los diferentes hábitats y paisajes, porque los diversos personajes autóctonos tienen sus matices dependiendo hacia donde dirijas tú expedición.
Mientras preparo los materiales repaso bien cada una de las coordenadas para que no me pierda alguna cosa, ya he hecho el ridículo en diversas circunstancias y uno ha aprendido, por los golpes y las frustraciones recibidas, más que por el estudio o la planificación. Hay algo de maravilloso en ir de forma desordenada porque surge lo imprevisto y ahí radica parte del encanto, pero en cada lugar el sábado, el domingo o el jueves significan cosas distintas y nada más triste que llegar al culo del mundo y encontrate con una lagartija que te mira y piensa "¿Pero qué hace este anormal aquí?".
Cuando viajas a otro país en busca de territorios de presa lo primero es olisquear los lugares donde revolotean los pájaros. Cada continente tiene sus costumbres y su recorrido. Nada tiene que ver la vieja Italia, Alemania, Francia o las imperiales ciudades del centro de Europa, con los viajes de América del Sur o Central, por no hablar de Estados Unidos o los diversos países asiáticos. Hay países nuevos y viejos, hay algunos que no tienen antigüedades porque no son antiguos, tienen vestigios de guerras o reproducciones miserables, hay que conocer bien el terruño o por lo menos informarse.
Si no lo haces puedes encontrarte con innumerables puestos de calzoncillos, falsificaciones, animalillos enjaulados o simplemente basura. Cuando el hambre aprieta el puesto es de cacahuetes o una bebida barata, pocos tesoros en los territorios donde sobrevivir es una aventura.
Ubicarse es esencial, y entender que las distancias a veces son dignas de Buenos Aires, y puedes encontrarte con horas de trayecto estando en la misma zona de influencia urbana. La seguridad tampoco es un tema baladí, ya que en algunos países estos espacios están en zonas muy marginales y un pulidito caballero con un iPhone es tan apetitoso como un chocolate con churros, hay que andar con ojo.
El regateo… hay que informarse. En
líneas generales es aplaudido y casi esperado por todo buhonero que se
precie, pero hay que saber medir el tono. Hay lugares donde se puede
negociar con rebajas del 99%, más cuando el que pregunta es un
pardillo europeo, en otros lugares hay que ser más comedido. Por lo
general, como español medio pulidito, vas a ser víctima de unas “ofertas”
dignas de un apuñalamiento tribal, hay que contar con eso. Con un alemán o un francés la cosas es distinta, su mirada lo dice todo
Ojo con las fotografías. Como buen cazador de imágenes hay que conocer la idiosincrasia local y entender que hay lugares donde les revienta que hagas fotos de la basura, es basura pero es SU basura, es así de simple, parece que les estés robando el alma o la misma chatarra que disponen en el suelo.
Asia es un paraíso de espejismos. Aquí, en Rusia y en algún país del este de Europa es donde hay que afinar al máximo el olfato y el tacto. En algunos países son maestros de la falsificación hasta tal nivel que cuesta reconocer un gallina que te han convertido en un pavo real… muchas veces es el sentido común lo que te hace verle la cresta, como que haya varios ejemplares, el tono del puesto, el tipo de mercadillo o el precio, aunque son auténticos maestros. En un mercadillo chino es casi imposible encontrar nada real, pero sí puedes encontrar piezas de la revolución que parecen fascinantes… pero luego te preguntas, ¿Un despertador tan bonito de la Revolución Cultural, pero si no tenían ni para pipas? Y la sonrisa vuelve a tu cara, ves el plumaje gallinero y sigues tu camino mientras el chino te vocifera bajando precio hasta casi el cero.
La documentación previa es primordial, más que nada por practicidad. Hay que filtrar bien la información de Internet porque muchas veces viene sesgada y mal construida, limpiar el grano del polvo y las piedras y luego seguir tu intuición. Fundamental distinguir los safaris para turistas de los de la gente de la casa, los últimos son los buenos…. Menos publicitados, menos reglamentados, más escondidos y peligrosos… pero cuando estás escopeta en mano y ves, a derecha e izquierda, salacots de occidentales visitantes y grupos de extranjeros viviendo la experiencia, no te engañes, te has equivocado. Las aldeas alejadas, los horarios extraños y los callejones escondidos contienen los unicornios.
No es mala idea levantarse con el alba y pasear el terruño de manera previa para ver el panorama, ahorra tiempo, dinero, frustración y cansancio de los compañeros de safari, si los hay. A veces la caminata es larga y procelosa y no ves ni un gorrión, pero bueno, nada que un almuerzo local no ayude a conciliar.
No busques jabalíes en Alaska, osos en Perú o tigres en Moratalaz… hay que entender muy bien el lugar y saber qué puede ofrecer para saber elegir el arma, las provisiones y las expectativas… luego hay sorpresas, pero son las menos.
Y por último, llévate bien con los indígenas, deja bien a tu país de origen, como merece, destila amabilidad, simpatía y muestra interés por las personas más allá de los objetos, al final son lo más interesante de la expedición, te pueden enseñar muchas cosas y te ayudan a entender donde estás. Como siempre digo, un mercadillo es un magnífico termómetro que ayuda a tomar la temperatura del lugar que visitas.
Nos ponemos en viaje, tomo nota, cargo cámara y marco trayectoria.
5 comentarios:
Una lectura muy instructiva.
Me alegro... abrazos
Buen viaje! Muy interesante 🤔
Buenos consejos, buena caza!
Gracias mil, abrazos
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