jueves, 6 de febrero de 2014

BEASTO BLANCO. 5/2/2014. Sala Explosivo. Zaragoza

La ciudad está dormida, sus habitantes despistados, el fútbol es gratis y no requiere esfuerzo mental y el rock se está muriendo. Todas estas cosas pasaron por mi cabeza ayer cuando acudimos a la Sala Explosivo a ver a Beasto Blanco. Esta banda es un proyecto liderado por Chuck Garric, excelente bajista que ha trabajado con bandas como Alice Cooper, DIO, Ted Nugent. Pudimos ver a Chuck con ESP hace casi 10 años, eran otros tiempos.

En la Sala Explosivo nos encontramos 26 personas, y digo 26 porque 26 conté. Las sensaciones que me vienieron ante el evento fueron las de un viaje en el tiempo. Sala de fiesta demodé, 26 fans, banda transguesora, puntito underground y sonido sucio, un monitor quemándose, olor  a chamusquina. Me sentí teletransportado a Los Ángeles en los 70, o a un club  neoyorquino de quinta en los primeros 80.  El telón y los 3 focos me recordaban aquellas fotos de KISS en el 73.

Beasto Blanco hacen un sonido turbio, simple, directo, es una especie de Rob Zombie sobrio, sin hechuras, con pocos acordes, mucho tatuaje y voz de alcantarilla. Canciones quizás poco matizadas, un Chuck cansado  o enfadado por la poca acogida de público, no lo se.... pero los años ya se notan en la cara y en el dinamismo del bajista, pasado a guitarrista. La banda es interesante, angelina, grasienta, pero muy cool. La ropa que portan no es barata, no señor, esas colas de zorro y esos pantalones de piel curtida tienen formidable categoría. Batería duro y generoso, de lo mejor de la noche. Buen bajista, simple y entregado, correcto y en forma, sin bajones pero sin excesivo talento. Una divertida teclista muy cool y muy atractiva vestida con gran estilo, salida de Blade Runner, demasiado glamour para el antro infecto y la audiencia de quinta que éramos. El lead guitar un voluntarioso y silencioso muchacho con pinta de roadie al que no se le escuchó en toda la noche y que poco mostró a la audiencia... no le ayudaron desde la mesa. Y luego viene lo mejor, lo más artístico, lo más interesante y el foco de todas las miradas, Calico Cooper. La hija de Alice Cooper va girando con la banda. No tiene voz, no hace coros apenas, pero su presencia es demoledora. Viajada con su papa (maestro del shock-rock) en mil tours, la artista de 32 años se autodenomina actriz, y lo es. Todo un despliegue de gestos, posturas, miradas, movimientos. La novia de Frankenstein, la mujer vampiro, una agresiva troglodita de los 80, una asesina de una peli de Tarantino. Mezcla perfecta entre diablesa  y terrible Hydra antes de congelar con la mirada (impresionante mirada) buscando a la audiencia entre columnas, intimidando, sólo le faltaban las sierpes en la cabeza. Con un vestuario excelente (guau) y un cuerpo digno de "Abierto hasta el amanecer", Calico le pone al grupo la excentricidad, el glamour, la teatralidad y el buen gusto que los transporta, de ser una banda de segunda en un local de quinta, a una performance angelina con estilo en un local retro, es un gran plus.

Me encantó Calico, me dejó algo indiferente el sonido de Beasto Blanco. Me decepcionó Chuck (lo tenía en un pedestal) y pasamos una noche magnífica mientras la gente veía a Cristiano Ronaldo en el bar del barrio. Un querido amigo y yo estuvimos en el hall de la sala, sentados en un sillón, mientras los teloneros destrozaban cualquier tipo de cosa parecida al trash metal, cuando un grupo de desarrapados llegaban con sus maletas de viaje, cansados y tristones. Era Chuck, la hija de Alice, uno de los creadores de todo este tinglado y el resto de Beasto Blanco.... una veintena de impresentables les esperábamos dentro de un viejo salón de baile para verles medio incendiar el local y demostrar, con semejante panorama, una gran profesionalidad y entrega, como si la audiencia fueran 2.000. No me olvidaré de este concierto, más como experiencia vital compartida con los mejores amigos que como evento musical rockero.







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