NIÑO Y ADULTO

Las parejas más queridas, más divertidas, más locas, chocantes y entrañables están siempre desniveladas por los roles de sus componentes, muchas veces antagónicos. Juntos crean la magia y las situaciones memorables que recordamos.

Siempre observo con detenimiento estos dúos únicos e irrepetibles que, casi siempre, tienen un denominador común, son masculinas y cada uno de sus componentes agarra un camino. Uno es el niño, el otro es el adulto. Es la fórmula mágica que se lleva utilizando miles de años en la comedia y en las narraciones satíricas literarias, el cine, el cartoon o el tebeo. El adulto, racional, serio, aburrido por momentos, brillante pero no atractivo, da paso al niño, creativo, relumbrante en sus acciones, perspicaz y nada reflexivo, divertido, fresco y siempre con una sonrisa en la boca. Blas, Calamardo, Oliver Hardy, Abbott, C3PO, Pedro Picapiedra, Filemón, Cansado, son claros ejemplos de adulto... víctimas de las trastadas de los niños. Éstos, recelosos y quejosos por su molesta actitud que turba su placentera lectura o descanso, negativos y pesimistas, asisten atónitos a las locuras y genialidades de los reyes de los escenarios, los niños.

Mortadelo, Stan Laurel, Bob Esponja, Faemino, Costello, R2D2, Pablo Mármol o Epi son ejemplos maravillosos y clarísimos de esos niños que algunos llevamos (o llevan) dentro, causando el nerviosismo y la pérdida de paciencia de los adultos, víctimas de sus iniciativas siempre inspiradas.

Una herramienta de los escritores y los guionistas que siempre funciona, porque en un lado u otro cae nuestra empatía, nuestras vivencias y nuestras emociones. Sheldon Cooper y Leonard, Holmes y Watson, Batman y Robin, Josema y Millán, el Director y Sacarino, Gotera y Otilio.... unos sufren las locuras de los niños, otros disfrutan de sus gamberradas y salidas de tiesto, algunas veces con sonoras reprimendas.