Este espacio delicioso, muy desconocido para los propios zaragozanos, está intentando abrirse al mundo y algunas personas, con cierta suerte, hemos podido visitarlo. El horario, infame, marcado como para que nadie lo visite, es exclusivo los lunes, de 10 a 12 horas (o algo similar), vamos, como que "abrimos porque nos obligan a abrir", de ahí su excepcionalidad.
Data del siglo XIV, concretamente de 1304, y esta como en un estado maravilloso de suspensión temporal, habitado y vivo, auténtico, sin adornos ni restauraciones, muy de verdad, lo que hace la visita especial y honesta. Varias obras de su patrimonio están en el Museo de Zaragoza.
Su eclecticismo, fruto del paso de los siglos, mezcla una fachada de Ricardo Magadalena, elementos interiores mudéjares muy muy singulares, bóvedas de crucería, cerámica de manises, vamos, que es un precioso y meticuloso compendio de joyitas. Como esa puerta con delicado cinto de protección, que dice "no entres", pero lo dice con educación. La sobria campana, el claustro de una autenticidad magnífica. Las estancias, diferentes y oscuras. Creo que en breve se establecen unas visitas guiadas, muy valiosas, donde se podrá acceder a espacios escondidos como la cocina o las bodegas.
Si pueden, no dejen de visitarlo. Un increíble oasis de paz y tranquilidad en pleno centro de la ciudad.
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