Llevo años persiguiendo a Friedrich, uno de mis pintores preferidos. Lo perseguí en Hamburgo y se me escapó su obra magna a otro museo de forma inesperada (El caminante sobre el mar de nubes), lo he perseguido a la Isla de Rügen buscando unos de los paisajes que le inspiraron y finalmente lo encontré en Berlín, en una gran sala dedicada a él, como merece, una experiencia maravillosa.
Este pintor romántico del XIX, para mi el mejor de su generación en Alemania, de origen sueco, me robó el corazón y pidió toda mi atención hace ya unos años, rompió mis cánones, cambió mi entorno artístico. Sus pinturas son diferentes, en ellas los humanos son pequeños, poco importantes y siempre figuran en escenas comtemplativas de paisajes extraños, impresionantes, evocadores, en ruinas o con naturalezas retorcidas. Dirige tu mirada hacia una presencia diferente del hombre en la naturaleza, presencia más nimia, más simbólica, silenciosa e innovadora.
Su tiempo, como suele pasar con todos los que rompen normas e intentan hacer las cosas de forma diferente, fue cruel con el maestro en vida, sobe todo al final, luego las corrientes surrealistas, expresionistas y existencialistas supieron coger esencia del artista. Tras un nazismo que quiso utilizarlo como símbolo acabó recuperando, de forma inequívoca, su merecida reputación casi 180 años después de su muerte.
Carácter tenebroso y atormentado con tintes depresivos. Obra mayoritariamente al óleo, exquisita, lenta, cuidada, incluso utilizando el oro a veces como material, al estilo de la Edad Media. Importante el equilibro, la nueva visión de sus paisajes, composiciones milimetradas con ingenio, puntos de luz que te llaman como faros, espacios helados, la luna, vegetación retorcida que parece gritarte, ruinas góticas que trasladan el pesimismo ante la decadencia de Europa, todo ello dentro del romanticismo y de un profundo simbolismo.
La invasión francesa hizo daño al maestro, sus figuras utilizan la vestimenta clásica alemana, contraria a los dictados de las tendencias afrancesadas, a Caspar le duele Alemania. También la religión tiene un gran peso en su trabajo, utilizando elementos como objetos, colores o tipos de especies naturales, de una manera buscada para poder contar historias, hay mucha profundidad en su obra, los eruditos la conocen nada más verla, los que lo contemplábamos antes de leer sobre él intuíamos que en esos lienzos pasaba mucho más de lo que ya de manera excelente se ve.
Prefiero que ustedes, por su propio interés, conozcan al maestro sueco, su relato y sus anhelos, merece mucho la pena. Han pasado casi 200 años desde que este genio nos dejó su legado, es sorprendente hacer algo así en el 1800. Yo lo encontré, no paseando por un mar de nubes, pero sí paseando por un buen libro de literatura romántica.
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