lunes, 4 de julio de 2011

Budapest, bella dama imperial




Hemos estado unos días en Budapest, una ciudad que siempre se me escapaba por fechas y posibilidades y que, por fin, tuvo su momento y dedicación.

Budapest es una ciudad soberbia, imperial, fascinante. Es como una dama antigua que, aunque se le vea más de un remendón en el viejo abrigo de pieles, se sigue notando que es de visón. Población que vivió su esplendor en el siglo XIX y principios del XX (esos años 10 debieron ser fascinantes) y que, tras el paso de la guerra, los nazis, las deportaciones y, finalmente, el cataclismo soviético, ha quedado reducida a una expresión menor de lo que fue.

Arquitectura de dioses, edificios excelentes, portales, pasajes y patios inencontrables en otras muchas ciudades, aparecen ajados y desconchados a la espera del capital que desee invertir y mejorar su penoso estado actual. Bendita y estética decadencia.

Budapest necesita tiempo y, sobre todo talento. Talento para que todo lo que tiene, que es infinito, sin límites, tenga la oportunidad de ser recuperado con gusto estético, respeto y creatividad. Los años comunistas no han hecho bien a la ciudad ni a las gentes, que no expresan estética en sus acciones, muy al contrario, tienden a estropear mobiliario y fachadas, pero hay tanto y tan bueno que es imposible borra el paso del tiempo y de los grandes arquitectos del XIX.

Buena comida, buenos precios, buenas gentes. Paseos infinitos, humildad, pobreza y bastantes indigentes en las calles, no lo están pasando bien. Pero, si te deprimes, sales un ratillo a la orilla del formidable Danubio y se te pasan casi todos los males. Delicioso Buda y su entorno, más turístico. Magnífico Pest como urbe, recuerda al viejo París a veces, o a la Viena más decadente. Bellas mujeres las húngaras, a ciencia cierta que lo son, como preciosos son los viejos Trabants que surcan de vez en cuando las calles, cuidados y reservados por nostálgicos con estilo.

Librerías sin fin, cafés excepcionales, de los mejores que he visto jamás, huella de un pasado glorioso. La música, el jazz, la ópera, son accesibles y recomendables.

Budapest es un lugar maravilloso, me ha encantado, ciudad altamente recomendable y que te llega al corazón.

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