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El viernes pudimos disfrutar de todo un icono televisivo, musical y actoral, el surrealista Pablo Carbonel, con el culo pelado en mil batallas, traía al Principal la obra "La curva de la felicidad". Simpática obra en la que reímos gustosos y preparamos el fin de semana como Dios manda. No es Shakespeare, está claro, pero tanto él como sus tres compañeros nos hicieron pasar momentos descojonantes y Pablo está, pues muy Pablo. Tras ello, y solos en la plaza, estuvimos esperándole a la salida del teatro y pudimos compartir algún comentario, vió el libro de La Bola de cristal y flipó (no lo conocía), se quedó patidifuso viendo sus antiguas imágenes en el espacio de Lolo Rico y alucinó con las fotos que llevó mi hermano para firmar. Extravagante y vestido como un punk ochentero le vi disperso y complejo, pero estuvo amable e interesado. Un rato de risas y un par de felicitaciones, después, ataviado con sus pantalones escoceses, y una bufanda más grande que una manta desapareció rumbo al Tubo.
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