En mi ya larga carrera profesional me he cruzado con muchísimas gentes y ya saben ustedes, el mundo es variopinto y dispar, pero he intentado e intento aprender de todas la situaciones, de las que salen de encuentros maravillosos y otros no tanto.
Hace un par de semanas me llegó, ya tarde, la noticia del fallecimiento de Juan José Grávalos, el que fue Director General de CAI desde 1985 a 2000. Tristemente no tuve oportunidad de despedirme de él, ni siquiera acercarme al funeral, la noticia me llegó con mucha demora.
Don Juan (así le he llamado siempre) fue un tipo del que tengo el orgullo de considerarme amigo y del que aprendí un montón de cosas. Primero, su humildad... con éste que escribe su comportamiento fue siempre el de un compañero, casi de un amigo. Hicimos cosas divertidas, nos reimos mucho, trabajamos cantidad y tuvo detalles conmigo inesperados e inmerecidos. Cuando ya no estaba dentro del cuerpo directivo de la caja tuve que llamarle para hacer dos cosas de "servicio" a la marca, que no vivía su mejor momento, su disposición, cariño y entrega fueron totales, gran profesional, mejor persona.
Para mi era inspirador. Un ingeniero naval que viene del mundo de los astilleros a dirigir una caja de ahorros aragonesa, que lo sabe hacer y lo hace desde la sensatez, la elegancia, la mano izquierda, la presencia, la delegación y la mirada inteligente. Respetuoso, señorial, amable, divertido y muy aragonés. En Brea de Aragón, un pequeño pueblo zaragozano donde nació, supieron ponerle un nombre a una calle, donde estaba la vieja oficina de CAI. Tuve ocasión de visitar la localidad y ver aquella pequeña callejuela.
Tengo muchas anécdotas con él, sinceramente todas estupendas. Recuerdo que hicimos juntos un trabajo muy interesante... él había encargado unos regalos para la alta dirección del banco, un precioso y simbólico detalle, yo era entonces lo que soy ahora, un artesano pintamonas... cuando terminamos el trabajo me regaló lo mismo que había regalado a estos altos directivos, ante mi estupor. Así era Don Juan.
Hace unos días encontré esta sencilla publicación realizada por La Cadiera en 2001. Se hicieron 63 ejemplares, 38 de ellos dedicados, por desgracia éste no es uno de ellos. Apenas 18 páginas que muestran un sencillo discurso de despedida de Grávalos realizado en Barbastro, cortito, sin alardes. Es parte de la historia de la mejor CAI, que mereció mejor destino que el que tuvo, y eso que el final, en mi opinión personal, acabar dentro de Ibercaja, es un honorable final del que estoy agradecido y orgulloso como profesional. Ibercaja, en aquellos momento difíciles, nos acogió excelentemente a todos los que allí hemos acabado, estoy seguro que Don Juan habría estado orgulloso, algo melancólico por la desaparición de la entidad, pero feliz por el feliz destino de sus compañeros.
Desde este espacio quiero mandar un humilde y sentido mensaje de cariño para el recuerdo de Juan José Grávalos, una des las cuatro ó cinco personas de las que más he aprendido en mi trayectoria.
2 comentarios:
Qué bonito Antonio.
Don Juan se merecía un post.. y más.. abrazos
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