No soy mucho de escribir apuntes sobre elementos monumentales de este nivel, lo mío es más de callejeo, anécdota, publicidad, fetichismo, cultura pop, arte urbano y cosas a las que pocas veces se les dedica mirada, pero con un espacio como éste realizaré una excepción, precisamente por su excepcionalidad.
El Mausoleo de Teodorico es un elemento arquitectónico-histórico único del que llevo leyendo mucho tiempo. Está alejado del centro de Ravenna, hay que cruzar a pié un desangelado puente de carretera, ir andando a unas desubicadas taquillas para luego saber encontrar el acceso. La empleada compartió unas risas con éste que escribe sobre el ridículo periplo realizado en la búsqueda del pétreo ítem construido por Teodorico el Grande en el siglo VI.
El hombre se hizo este espacio, como futura tumba, en mármol blanco y ha pasado a la historia como la construcción funeraria única y célebre de los ostrogodos. Ubicado en una necrópolis exclusiva para los godos se distingue por su equilibrada planta circular, al estilo romano, y por contar con dos alturas. La superior es un poco más estrecha y esta bordeada por un agradable deambulatorio que ayuda a disfrutarlo y examinar su estructura. En dicho piso se encuentra una preciosa pieza de pórfido donde debían estar los restos del monarca, pero en la fase bizantina reconvirtieron el mausoleo en una capilla y Teodorico fue trasladado a vaya usted a saber dónde.
Lo que es impresionante y relevante, y el motivo de mi visita (además del histórico), es la cubierta del edificio, una bestial pieza de trescientas toneladas y de once metros de diámetro, un trabajo colosal, robusto, firme, eficaz, que simboliza el carácter germánico de sus creadores. Es el único ejemplo que se conserva de un rey de este periodo, una obra maestra singular por la que merece la pena dar un gran paseo y salirse completamente de la senda turística de los elefantes de la bonita ciudad italiana.
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