Miraba con mucho gusto las diferentes cosas que estaban apareciendo en el mostrador, a cada cual más interesante. Viejos cachivaches sin apenas importancia pero seleccionados con gusto por un inteligente vendedor de recuerdos, que todavía no peina canas pero que caray, siempre afina el tiro... y además es amable, frío como el hielo, pero amable.
Siempre es divertido olisquear las cajas medio cerradas, a ver si suena la flauta y eres uno de esos privilegiados a los que se les aparece la luna, cosa que no ocurre jamás, porque la luna y las estrellas ya se las han llevado los maestros del billete durante la semana, poseedores de hilo directo, teléfono rojo y call center sideral, pero bueno, no está mal engañarse uno un poco a sí mismo.
De repente aparece él, el “gran acaparador”, un angular tipo, nervioso, angustioso, tenso como la cuerda de una guitarra eléctrica, olfateando como un perro de caza de esos que salen en las pelis de Stewart Granger y que captan en radar una perdiz a varias millas…. Vaya tipo peculiar, me gusta obervarlo.
¿Qué pasará por la cabeza de este personaje? ¿Tenerlo todo? ¿Ser el dueño y señor de todas las cosas coleccionables del mundo mundial? ¿Convertirse en el Munsk de los mercadillos? Jaja, no se, pero la verdad es que siempre que aparece, luciendo sus billetes, lo miro entre la incredulidad y la expectación, vaya sufrimiento y stress en festivo.
Andares rápidos, cruzando la plaza como buen beagle, atento a cualquier pequeña presa que salte detrás de una caja, un montón de libros o una bolsa de plástico del Carrefour.
Hace un tiempo me rastreó en mi propio bolsillo, había apresado captura unos segundos antes que él, tenso y con la saliva burbujeante en la boca se hacían sus fauces agua y su estómago acordeón ante la situación… un cazador de quinta había capturado faisán, le esperaba una semana con la úlcera in action.
En aquel momento, compadecido, saqué mi humilde presa del zurrón, aún aleteaba, sus ojos inyectados en el deseo…. Le quitó importancia a mi captura de forma totalmente falsaria e intenté establecer una relación cordial con semejante bulldozer de las estanterías….. establecido el animoso contacto por los tam tams actuales, el omnipresnte guasap, lancé amable mensaje de confraternización por la línea…. Jamás fue contestado, al halcón le importan un pepino la caza, los cazadores, saber más, incluso disfrutar…. Sólo quiere más, y más.
Hoy apareció furtivamente por una esquina y lo escuché departir y pedir disculpas a un vendedor. Cuando un personaje así pide disculpas vaya usted a saber a cuántas víctimas tiene emparedadas en la mansión…. Y cerrar una aparente negociación por unas presas que, oh caray, se había dejado fuera del zurrón en una mesa aledaña. He de admitir que un impulso malvado recorrió mi médula espinal, je, llegó al cerebro, aún necesitado de cafeína y, como un perro despistado, atrapé dicha presas ya posesión del halcón entre mis manos sabedor de mi traidor acto…. Mmmmm, rico olor. Empiezo a paladear las páginas, mirar los contenidos y hacerme el interesante como si lllueve, son buena caza sin duda, de lo mejorcito de la mañana…. El acaparador nervioso, de repente, entra en pánico, y como un caniche de esos que llevan gabardina, se lanza a por mi, a por el hueso y si puede a por el muslo.
"¡Perdone pero esto es mío! ¡Ya lo tengo pagado! ¡Ya lo he negociado con este señor, ¿ verdad?... pu, pu , puede mirarlo si desea."
“Disculpe, esto estaba encima de la mesa, no pone en ningún lado que no esté a la venta ni que esté reservado (ni Paco Rabal lo hubiera hecho mejor)”.
“No, no, no…. Ya está pagado… pero puede usted mirarlo si desea”.. mientras agarra los materiales como un infante al que le van a quitar su Tigretón.
“No me interesa no se preocupe”. Una enorme y malévola sonrisa se dibuja en mi cara, la sonrisa del hombre tranquilo y disfrutón que no necesita comerse todo el bufé y prefiere un buen canapé, además, ciertamente no me interesaba más que por curiosidad el asunto, reconozco mi perverso acto.
El acaparador nervioso, en esos
momentos, con algunos billetes menos, algunos objetos más, algunos amigo
menos y los nervios a flor de piel, desapareció entre los personajes
matutinos zigzagueando en busca de un nueva liebre a velocidad de coche Matchbox. Su zurrón estaba lleno de piezas que seguramente nunca volvería a mirar. No tiene que ser fácil estar siempre de caza, más bien debe ser agotador con tanta subida y bajada de adrenalina, pero bien cierto es que estos grandes y voraces cazadores son los que hacen que muchas especies no se extingan ni desaparezcan.
4 comentarios:
Ja, ja, y jaaaaa.... lo que habría dado por poder observar la situación,
De un modo diferente, pero el caso el mismo, lo viví unas cuantas veces cuando yo trabajaba en una tienda y la clienta dejaba el artículo y veía como otra íba a cogerlo..... se armaba la Marimorena, la que no lo quería se plantaba y le decía a la otra... ahhh no, es que yo lo he mirado antes y ahora sí que lo quiero...........
¡¡cuanto habrás disfrutado!!
Bueno, son relatos, si son vivencia o no lo dejo en el imaginario de cada cual. Como buen relato tiene su parte inspirada, pero digamos que es un relato de ficción donde cualquier parecido con un personaje real es pura coincidencia, je. Abrazos
"Su zurrón estaba lleno de piezas que seguramente nunca volvería a mirar"
Es el sinsentido del acaparador puro, que se pierde toda la diversión, el disfrute y la investigación.
El ansia viva... jajaja, abrazos
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