Estos días estoy aprovechando para ver un poco de cine, rever algunas delicias (Un millón en la basura, El extraño viaje, Plácido), algunos bodrios (Un vampiro para dos, El dinero es miedoso) y propuestas complejas y que merecen reflexión como este Blade Runner 2049.
Es difícil seguir la línea de su predecesora, como le ocurre a Alien, 2001 u otros filmes que han tenido, en sus secuelas, no demasiadas alegrías.
Lo que en mi opinión está claro es que la intención es la mejor. Se desea ser respetuoso, cuidadoso, sabiendo que se trabaja con una joya en orígen que mamaba de Metrópolis y que hacerse responsable de un fiasco de legado es quedar en la historia del cine como un patán. La película tiene una dirección de arte fascinante, el trabajo de diseño es impresionante, los decorados, vehículos, innovaciones, paisajes y texturas de diez. La música pretende evocar a Vangelis sin hacerlo, y ni tiene su frescura ni tampoco resulta tan eficaz, sí que intenta colocarnos en donde estamos, no despistarnos, con eso ya cumple. Los actores tienen luces y sombras, Gosling (insoportable hieratismo) y Leto me resultan cargantes y poco interesantes, la parte femenina con Ana de Armas y Hoeks están a un excelente nivel. Ford tiene su momento y es un seguro de vida, aunque duela cada carrera y cada salto.
Pero la historia y el guión es, aunque poética, escaso recurso para tanto metraje, da la sensación de que se estira de manera infinita y que hay poco donde agarrarse, alargando cada escena muchas veces de forma forzada, estirando cada plano casi obligatoriamente. Emociona solo a veces. Quizás lo que más me ha gustado es el cascarón; insuperables territorios, ciudades infinitas, la vieja Metrópolis en la mente.
Quería verla y me gusta haberlo hecho, no es una mala manera de pasar más de dos horas pero la recomiendo para personas que valoran lo estético, el diseño de escenarios y la dirección de arte, porque como cine, guión e historia, no me resulta especialmente relevante.
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