Madre mía si hacía tiempo que no escribía una crónica de un concierto. Ha sido una temporada devastadora jalonada exclusivamente por bolos en el extranjero en bares y clubes, nuestros héroes y bandas están muy mayores y la verdad es que andamos un poco fuera de mercado.
En compañía de un muy querido amigo acudo a La Casa Del Loco, una sala zaragozana sencilla e incómoda, pero parte del tejido musical de la ciudad. Un lleno casi completo da esperanza a los rockeros de mañolandia, ojalá haya más de este tipo de caviar. Saludamos al promotor, Chema, siempre amable la verdad, todo un referente en nuestro panorama, también se atisba a Robert Mills entre el público, este tipo de bolos llevan su sello.
Es un gusto ver a un guitar-hero como Adrian Vandenberg en un sala pequeña y poder palpar un concierto tan orgánico y tan humano, alejado de artificios, con cero montaje, a pelo, sobrio hasta el insulto, con todas las imperfecciones que traen adjuntas estos bolos. Me he sentido un poco como en un viaje en el tiempo si no fuera por los insoportables móviles y la falta de respeto del público actual, voceras y ladrador con cero elegancia incluso cuando te enfrentas a una canción de muy bajo tono que requiere escucha y silencio, son tiempos diferentes.
Una banda de mercenarios pero de buen nivel, el cantante muy interesante, quizás con un registro más áspero que el de Coverdale, pero aguanta el tipo, tiene buena imagen y aporta. Vandenberg es una gozada de guitarrista, elegante, intenso, con unas poses y un swing de la vieja escuela ochentera. Lo de la melena y como está el caballero con 71 años es algo inexplicable, impresionante, muy buena forma. Los punteos extraordinarios, es un primer espada, se nota. El concierto es de temas de Whitesnake de la época en la que el holandés estuvo en la banda, una apuesta segura por dos discos que siempre ganan en el casino lo que pongas en el tapete. Dos temazos de Vandenberg nada más que me han sabido a poco y que han sonado excelentes y un muy bonito y merecido homenaje al inolvidable guitarrista John Sykes.
Me ha encantado y he disfrutado de un buen concierto en Zaragoza, una rareza en los tiempos que corren. Vandenberg era una muesca que no había manera de marcar en el revólver, llego a mi casa con una gran sonrisa en la boca y con una camiseta en el bolsillo, ya casi ni me acordaba en qué consistía pillar una camiseta sencilla, limpia, sobria, honesta y a un precio humano.
(Foto Hellpress)

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