Me encanta este cuadro. No por su técnica, color o la calidad del mismo, sino por el concepto. Hablamos de 1797, en los recién creados Estados Unidos y hablamos de el retrato de un cocinero negro, el que trabajaba para George Washington. Y el cuadro no es de un pintor menor, es de Gilbert Stuart, quizás uno de los pintores más importantes del XIX en aquel nuevo lugar. Los pintores del Nuevo Mundo tuvieron que ir por los caminos del paisaje ya que los eruditos cuadros europeos basados en nobles hazañas, clásicos y pomposos retratos, por no hablar de los religiosos o recurrentes hacia la mitología eran rechazados por el público, deseoso de ver a gente "normal" y cercana, no aristócratas ni relamidos burgueses.
El carácter democrático de la nueva nación no digería bien estas cosas, así que tiraron por el paisaje hasta el descubrimiento de las vanguardias, o como en este caso, por retratos normalizados, luego ya se enamoraron de los Impresionistas.
Algunos pintores, como West o Copley, directamente se fueron a Inglaterra a ganarse la vida, Stuart fue el retratista de grandes personalidades, Washington entre ellas.... y su cocinero, que debía ser bueno.
El propio Presidente tampoco era hombre de especial sensibilidad hacia el arte, tal es así que "encargó" unos cuantos cuadros para decorar espacios protocolarios y lo hizo pidiendo que fueran "grandes".
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