Una ciudad intrépida, indecente, bastante canalla y sumamente exigente. Llena de gente estupenda que vive con lujo, sobrevive, malvive y hace lo que puede entre tantos millones de personas.
No es plato para todos los paladares la soberbia ciudad tailandesa, necesitas de una buena dosis de energía, resistencia y tener ganas de aprender. No es el mejor destino para relajarse tras una temporada de trabajo. El acceso a la urbe desde el aeropuerto ya es exigente debido a los formidables atascos originados por una desastre de infraestructuras memorable.... cuellos de botella sin sentido, la jungla sobre ruedas.
Además, es una ciudad enorme, que nos recibe con 30 grados y una alta humedad. Claxons, motos, tucs tucs turbo sin silenciador. Es una locura cómo han cubierto esa avenida principal con una especie de triple vía, peatonal y doble tren, haciendo de la arteria principal un angosto y agobiante espacio multicapas.... sin estas elevaciones sería imposible cruzar de una acera a otra.
Centros comerciales con miles de comercios, para las carteras más humildes y las más repletas, comida sin fín para todos los paladares, occidentales o africanos, tecnología devastadora, multipantallas, grandes leds visuales, aviones pasando por encima de la ciudad, humos y neón, aislados templos entre tráfico infernal, sublimes edificios o ese Palacio Real sin parangón.
Masajes sin fin, más y más salones de masaje, putas por doquier, barrios rojos jamás vistos llenos de neón, setenteros occidentales acompañados de teenagers locales, travestis, ladyboys, barras americanas (que recuerdan mucho aquellas pelis yankees de los 70 de Vietnam, al viejo Saigon), restaurantes superpuestos, millones de carteles publicitarios, vallas impresionantes ancladas en medio de casas particulares, militares vendiendo Coca Colas ataviados con delantal de la firma, una locura.
El río, devastador, lleno de enormes barcazas basurero dignas de Blade Runner, canoas con motores desmontados, barcos de lujo, otros miserables, botes con personajes increíbles.... mercados de fetiches, de amuletos, de bragas, de juguetes, de ropa, de motos, mercados y más mercados, de ropa japonesa, de copias, todo falso, de joyas, de plata, de comida, flores, jamás vi algo igual.... no creo que haya un lugar del mundo con un dinamismo comercial minorista como el de esta ciudad.
Si algún día pueden, visiten la imponente ciudad de Bangkok, eso sí, cargados de energía, optimismo y paciencia, sabiendo que en algún momento la odiarán para, acto seguido, quererla profundamente, todo menos sentirla indiferente.
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