Un bonito regalo de un buen amigo, sabedor de mi cariño absoluto por las viejas piezas de la extinta Caja Inmaculada. Una bacaladera de los tiempos no digitales. A los comercios se les entregaba este artefacto, llamado "bacaladera" en el argot bancario, y los clientes ponían su tarjeta en el hueco, la máquina pasaba el rodillo y los datos de la tarjeta quedaban recogidos, junto con los del comercio en un impreso autocopiativo de tres niveles. Un papel para el comercio, otro para el banco y un tercero para el cliente. Artesanía pura que no queda muy lejana. El comercio que aparece, ya está cerrado.
2 comentarios:
Maravillosa arqueología bancaria. Así daba gusto acercarse a un banco.
Yo trabajé en ese banco... así que mi cariño es aún mayor.... abrazo
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