El Jardín Botánico de Zaragoza, dentro de su humildad, siempre me ha parecido un sitio interesante. Se remonta a 1796, fue destruido en la Guerra de la Independencia, Florencio Ballarín, naturalista y médico dirigió su resurgimiento. En su momento, su función era "hacer pruebas" de aclimatación de plantas que, posteriormente, se pondrían en la ciudad, pero fue en 1924 cuando llegó a la ciudad Javier Winthuysen, al que se dedica una placa a la entrada del mismo, un entusiasta de los parques y jardines europeos que impulsó un nuevo enfoque del espacio.
Ahora está adueñado de patos y aves y es uno de los lugares más plácidos de la ciudad. Pero mi post va dedicado especialmente a los dos únicos bancos publicitarios que quedan, excelentes piezas históricas de principios de siglo que, maltrechas, y poco queridas, aún aguantan el tirón. Hace unos días estuve en casa de un amigo historiador y, cual fue mi sopresa, cuando encontré en la pared del pasillo de su casa una pieza publicitaria bellísima que perteneció a otro banco del parque. Emocionado le pregunté por la misma, según me comentó, había varios bancos más en el recinto, tanto en los aledaños del Botánico como en el Cabezo, fueron tristemente destruidos y tirados como cascotes tras una cerca. Este historiador, pacientemente, rebuscó entre los escombros hasta casi completar un frontal de banco que, fascinante, luce enmarcado en su casa. El banco con el escudo del Ayuntamiento es una pieza más actual, sin el valor histórico de las otras dos.
Un ejemplo más de la crueldad local con el patrimonio histórico, gráfico y cultural de la ciudad.
4 comentarios:
..soy metálico.....en el jardin botánico
yeah
Interesante entrada, siempre aprendiendo cosas nuevas de Zaragoza en el blog.
Zaragoza tiene muchos tesoros escondidos, y muchísimos más desaparecidos,... abrazos
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