Decía Arturo Pérez Reverte en un inconmensurable artículo sobre el coleccionismo (él es un astuto buscador de tesoros):
"Si hablo de felicidad de cazador, de instinto predatorio, de ese hormigueo que recorre la punta de los dedos ante la pieza codiciada, todo coleccionista auténtico sabe a qué me refiero: a esa pulsión casi infantil, o sin casi, de posesión, de querer hacerte a toda costa con el objeto anhelado. De conseguirlo al fín y ponerlo junto a otros similares para saborear la contemplación, el orgullo íntimo, la felicidad que sólo quien ama algo de forma tan especial puede experimentar".
Pues eso. Nada más divertido que la búsqueda, pocas cosas tan estupendas como la admiración de las colecciones que se completan y nada tan agridulce como cuando se completa una línea, es una sesnsación un poco de triste finalización.
Yo me considero un coleccionista aficionado y con búsquedas acotadas, con un punto purista, completista y de orden. El mundo es tan maravilloso y los campos tan amplios que, en mi opinión, para mi perfil hay que reducir líneas de búsqueda para disfrutar del proceso, racionalizar un poco las inversiones, ser feliz y no llenar la casa ni los espacios de los demás de cosas que, por desgracia poco les importan.
Pero lo mejor del coleccionismo es no tener normas, hacer lo que cada uno quiera, disfrutar como más le apetezca. No hay buenos o malos coleccionistas ni hay un modelo que sea el malo y otro el bueno, es otra parte divertida de todo ésto. Hay completistas, ampliadores, acaparadores, los que disparan a todo y los que llevan mira telescópica. Lo importante es lo fascinante del proceso, la gente que se conoce y lo que acabas aprendiendo, que es infinito y nunca termina.
Más que un coleccionista científico y avezado me considero un respetuoso guardador. De hecho hay tebeos que llevan a mi lado más de cincuenta años, viejitos y maltrechos, pero ahí están. Esas piezas iniciales, esas primeras sensaciones, son las que marcan generalmente tus máximos gustos y corresponde a aquellos temas que te volaron la cabeza cuando eras un tierno infante y que siguen tocándote el corazón. Cuando consigues la pieza anhelada te dices; ¿Por qué no más de ésto?.... y sigues.
Ese instinto de conservación nace, creo yo, ante objetos o experiencias que te han hecho sumamente feliz. Un tebeo, un juguete, un libro, un coche, un viaje, un anuncio televisivo, una peli, un video juego, un buen concierto de rock, un disco, un juego de mesa, tantas cosas. ¿Cómo vas a dejar desaparecer esa pieza que, cada vez que miras, te conecta con un paréntesis de inmensa felicidad en estos tiempos de Putins, covids, pedrossánchezs y trap?. Pues eso. Y conociendo a coleccionistas de muchas generaciones veo, con alegría, que el sistema es siempre el mismo... sólo cambia el lapso de tiempo, lugar, objeto o temática. Con aquellos con los que compartes afán coleccionista u objeto de culto o búsqueda te une algo muy fuerte que puede direccionarte a una gran amistad al haber compartido emociones poderosas, aunque fueran en momentos o espacios distantes, sólo con estas gentes puedes hacer entender tu emoción ante una pieza.
Ahora, las nuevas generaciones siguen con la misma felicidad, pero obviamente son cosas que a nosotros nos resultan distantes, pero que para ellos tienen el mismo significado que para nosotros las nuestras. Masters del Universo, Atari, Playmobil, juegos de ordenador, marcas comerciales de los 80-90, cromos de gente que ni conocemos, Lego, Manga, Marvel, pero otra Marvel, Star Wars, la renacida Star Wars antes de su casi sentenciada muerte (como Marvel). Lo que es fascinante es como los temas van transcurriendo de generación en generación, como Batman, Spiderman, Los Ramones o chiquillas que ahora son fans de los Red Hot Chili Peppers, qué cosas.
Yo tengo limitadas las líneas, porque como a muchos de ustedes, me gusta casi todo, y eso es un problema. También he aprendido que otra forma de coleccionar es ver y compartir, no hace falta poseer, aunque hay colecciones en las que no hay otro camino, je.
Yo colecciono imágenes de comercios tradicionales que pronto no existirán, imágenes de rótulos, me fascinan. Tambien colecciono ciudades, visitas a rastros, cascos urbanos, estaciones de tren y viejos espacios industriales, los garages y las tiendas ancladas en la mitad del siglo XX. Me fascinan los almacenes de coches de colección y de obsoleto material industrial, además de la museística de cine y publicidad, ilustración y original, además del tebeo. Pero si hay que ponerse a comprar objetos la cosa se pone muuuucho más restrictiva, más que nada porque los años pasan y he conseguido tener muchas piezas de las que he estado buscando, pero hay que tener siempre líneas incompletas o te quedas como un pollo guillotinado... ¿se imaginan ustedes a un cazador sin presas?.
Nada mejor que la Colección Olé, y terminarla con todos los números de primera edición, eso es un melón que lleva años y un divertido goteo, llevo toda una vida, sin prisas, de lo más divertido del mundo. Los Mortadelos Gigantes, Magos del Humor, pósters de Dumbo, singles en vinilo de KISS, algunos numerillos de la vieja Vértice que van cayendo por lentísimo goteo (terminar muy poquitas líneas), sobre todo ese Werewolf de portadas brutales, terminar ese album de Cropán de Vickie y algún otro secundario sin apenas valor, algún arte original especial de artistas que te emocionan, ya muy raros y escondidos, algo de los Estudios Moro, viejas ilustraciones, un tebeo imposible de KISS, un Babalí, una caja del detergente 3 Negritos, aquel viejo Ghost of Captain Kidd de Matchbox, el Mego Pocket de Aquaman, o esas imposibles cajas de los Monstruos de Mego.
La búsqueda más compleja que tengo por ahí es la de un libro (no se rían ustedes) del que no recuerdo el nombre, tela marinera. Es un libro que, creo yo, mi padre compró al Círculo de Lectores, pero no tengo aseverado que así sea. Era de tamaño importante y trataba sobre todo lo asombroso, extraño e inimaginable que estaba de moda a mediados del Siglo XX. El Yeti, los licántropos, los ovnis, los fantasmas, el espiritismo, la Isla de Pascua, el Triángulo de las Bermudas... vamos, digno del Doctor Jiménez del Oso. Es curioso tener visualizado un objeto en tu mente y no saber su nombre, sólo recuerdo haberlo visto mil sorprendidas veces y siempre con fascinación.
Así que sigan ustedes coleccionando, sin rubor, porque ésto son dos días. Muchos les dirán "tira eso", "a ver si maduras", "¿pero guardas esa mierda?", "vives en la infancia" y esas jarandazas. Bah, ni caso, dejen a esas gentes en sus racionales y aburridas vidas, mírenlos con displicencia y media sonrisa, se pierden lo mejor. Yo cuando veo a Don Arturo coleccionar sables españoles, a mi querido abuelo coleccionando sellos, a mi padre monedas, relojes y mil cositas, a mi hermano que es un coleccionista mucho más poderoso que yo, a mis mejores amigos cuando consiguen ese pequeño ítem anhelado a Tom Hanks coleccionando máquinas de escribir, a Rod Stewart con sus trenecillos, Ozzy y sus crucifijos, Nielsen y sus guitarras, Sabina y sus incunables, Areces y sus Mortadelos, De la Iglesia y Segura sus Bruguera, los amigos del Rastro, siempre emocionados, uno con sus juguetes, el otro con libros, postales, coches, fotografía antigua, bronces, óleos, cristalería y así hasta el infinito pues oiga, que me encuentro encantado de la vida observando el panorama.
Les adjunto tres imágenes, una de la colección que más me divierte, mis queridos Olés, siempre imperfectos, siempre mejorables, conseguibles sacando la chequera pero ahí es donde está el error, te pierdes la búsqueda. Y dos detonantes de colección que llevan más de 50 años a mi lado, aguantando meriendas, manchas de grasa, disfrute familiar, traslados y amenazas de una madre avezada tiradora de materiales emocionantes, La Oreja Rota de Hergé y el Adivino de Uderzo y Goscinny. Sólo sacarlos de su sitio para hacerles ahora una foto me ha dado enorme felicidad. Me han conectado con una tía mía, ya fallecida, culta y sabedora de lo que se traía entre manos, que me regaló estas joyas cuando era un chaval, menudo regalo para un niño, y también me han conectado con enormes momentos de fascinanción, aprendizaje y felicidad, descubriendo los universos de estos personajes siderales, son tebeos que, gracias a Dios, hemos devorado cientos de veces porque antes se consumía de manera distinta.
Sigan cazando y, si no lo hacen, compren una buena escopeta y salgan de safari.
6 comentarios:
Excelente y emotivo artículo. Cuanta sabiduría en estas palabras escritas...Un abrazo paisano!!!
Otro para ti, abrazos
Aquí me tienes con esa sonrisa idiota que se me pone cuando comparto lo que has escrito y me veo reflejado en esas reflexiones
Un abrazo, gran cazador blanco
Cuenta la leyenda (no sé si la historia es cierta) que Frank Sinatra tenía un cartel sobre la puerta de su cuarto de maquetas ferroviarias:
"Aquel que al morir tenga mas juguetes, gana¨
Muchas cazas juntos Guti.... grandes recuerdos, un abrazo
Maravillosa ese cartel de Sinatra.... gracias amigo. Abrazos
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