Apenas quedan un manojo de casas, un par de docenas, aisladas en la isleta de dos manzanas. Habitadas una de ellas por una anciana señora rodeada de medio centenar de gatos, y otras tapiadas como un barrio suburbial estadounidense. En el renovado Barrio de Jesús, a pié del mismo Ebro, aguantan algunas paredes, suelos y fachadas de las viejas y antiguas empresas industriales, algunas de ellas de principios del siglo XX, que poblaban sus calles. Algún pequeño rótulo, alguna sencilla cartela, viejos logos perdidos en paredes que nada significan. Bonito paseo antes de llegar a nuestro destino.
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