Me pasa un querido amigo un enlace a un interesante reportaje de Víctor Parkas en El País de las Tentaciones, donde Manuel Vázquez, hijo de Manolo Vázquez (Anacleto, Gilda Sisters, Tío Vázquez) habla sobre su película contra el mundo de la cultura, los sinsabores de ser el hijo de Vázquez y alguna que otra reflexión más.
Transcribo el repor: Fotografía: El País. Artículo: Víctor Parkas.
“Mi padre me traía mucho a este bar de pequeño. Yo me quedaba en las
recreativas mientras él se emborrachaba con Manel, un dibujante que por
aquel entonces trabajaba en El Jueves. Seguramente, aún le deba dinero al dueño”, cuenta el director Manolo Vázquez
en un local llamado, paradójicamente, Flor y Nata. Acabamos
encontrándonos en este bar porque, según cuenta, estuvo viviendo con su
padre -el dibujante de cómics como Anacleto o Las Hermanas Gilda- en esta misma manzana; aunque sólo, recalca, durante algún tiempo. “Nos
mudábamos cada dos años más o menos, porque mi padre dejaba de pagar el
alquiler. Hemos vivido en casi toda Barcelona: hoteles, pisos, casas de
otra gente… Eso me afectó hasta tal punto que soy incapaz de vivir más
de dos años en el mismo sitio, y no por motivos económicos, sino por una
especie de costumbre adquirida”.
Manolo Vázquez no sólo heredó su nombre del famoso historietista,
sino que carga a sus espaldas con anécdotas que atentan contra la
suspensión de la incredulidad; incluso contra la de los fans del
dibujante. “Cuando estuve asesorando a Óscar Aibar para El Gran Vázquez, el biopic de mi padre que protagonizó Santiago Segura,
desechamos algunas vivencias reales porque pensamos que nadie del
público iba a darlas por ciertas. Quiero decir: la noche de bodas la
pasó con mi madre en una casa de putas. No puedes meter eso en una
película y esperar que los espectadores se lo crean”.
Todos recordamos esas historias en las que Vázquez se plasmaba a sí
mismo en viñetas, mostrándose como un bastardo carismático que dejaría
en evidencia al mismísimo Bugs Bunny; un Bugs Bunny
pendenciero y moroso. Todas esas historias son, según su hijo,
completamente ciertas. “Vivimos mucho tiempo solos, él y yo. En cuanto
llegábamos a un barrio, se abría una cuenta en el bar de abajo, en el
que acabábamos comiendo cada día; del hotel en el que pasamos dos años
viviendo, nos fuimos sin pagar; las visitas de los acreedores eran
continuas. Yo vivía las reglas que él imponía como algo normal: si
llaman a la puerta, no se abre; si suena el teléfono, no se descuelga.
¿Qué si está mi padre en casa? No, ahora mismo no está. Era el pan
nuestro de cada día”. La tensión no sólo se encontraba en la casa que
tocara por aquél entonces, sino que llegaba hasta la escuela donde
estudiaba el pequeño Manolo. “Los momentos en los que mayor vergüenza
pasabas era cuando dejaba de pagar al colegio. Creo que incluso nos
llegaron a enviar para casa una vez, a mí y a mi hermana, por un atraso
de cuatro meses”. Pese a la acritud que da el blanco sobre negro, Manolo
recuerda cada anécdota con una sonrisa en los labios. “Para mí es un
orgullo ser su hijo. Además, he crecido leyendo Anacleto”.
Aunque el lector sea permeable a cualquier referencia del mundo del
cómic, no hace falta echar la vista demasiado atrás en el tiempo para
que el título Anacleto: Agente Secreto le suene familiar. La adaptación al cine de este personaje a manos del director Javier Ruiz Caldera
se estrenó hace ahora pocas semanas, con un notable éxito de crítica y
público. “Es un poco difícil enfrentarte a algo así, no sólo porque la
película parta de una creación de tu padre, sino porque también se
centraba en mi personaje preferido de entre todos los que él ha
dibujado. Es decir: tengo el casting ideal de Anacleto: Agente Secreto
en mi cabeza. Me invitaron al preestreno, y fui con el tiempo justo
para no tener que saludar a nadie al llegar, y en cuanto se terminó me
marché corriendo, para evitar que me preguntaran qué me había parecido.
La primera vez que la vi no me gustó nada, pero en el segundo visionado
-hecho con más distancia y entendiendo que no estaba delante de una
adaptación fiel al original- me pareció una buena comedia de acción,
hecha con mucho respeto y cariño. Una cosa muy guay es que Carlos Areces interprete a Vázquez en la película. Areces y Santiago Segura han sido, de algún modo, mi padre”.
Al contrario que El Gran Vázquez, un
proyecto en el que Manolo estuvo implicado ya no sólo como asesor de
guión, sino también como asistente de dirección y actor -interpreta al
doctor que asiste el parto en el que él mismo era dado a luz-, Anacleto: Agente Secreto
fue un proyecto auspiciado herméticamente por la editorial poseedora de
los derechos de las creaciones de Vázquez. “Siempre ha habido un
problema en ese sentido, y no sólo con la editorial, sino también con
los hijos que tuvo antes de estar con mi madre. La relación es tensa,
porque es difícil gestionar derechos de autor con gente que se tiene
recelo. Un recelo que, por otra parte, es comprensible: mi padre les
abandonó, y eso generó un rencor que a día de hoy sigue vigente. Él
murió hace ahora veinte años, y llevo desde entonces peleando contra
molinos de viento”. Si los intereses de esta pugna quijotesca pueden
levantar suspicacias, la coartada económica no es la que parece motivar a
Manolo. “Yo con la obra de mi padre no he ganado dinero. Como mucho, te
da para darte un capricho una vez al año. Sinceramente te lo digo: yo
cedería los derechos de mi padre de forma completamente gratuita si, a
cambio, se publicase algo más que esas reediciones horrorosas de Anacleto y Las Hermanas Gilda. Mi padre tiene una obra súper extensa, y no tienes ni idea de la rabia que me da ir a un quiosco y no ver tebeos suyos”.
Aunque su padre intentase que el joven Manolo siguiera sus pasos, la
sombra de Vázquez era demasiado alargada. “Me llevaba a todos los
salones del cómic, incluso me apuntó a una academia de dibujo. Durante
un tiempo llegué a dedicarme únicamente a hacer cómics. Me decía que era
un cabrón; que lo hacía mejor que él. Pero es complicado dedicarte al
dibujo si tu padre es quien es. Me explico: cuando me hacían encargos,
querían que mi estilo hiciera referencia al de mi padre. Y no sólo eso,
sino que, en este país, ser dibujante es un modo de vida inviable. Ahí
es cuando me dije: voy a dedicarme al cine, que ahí hay dinero. ¿Dinero?
Y una mierda: mi primera película es completamente autofinanciada”. Esa
ópera prima a la que Manolo Vázquez hace referencia es La Maniobra de Heimlich,
que llegó a las salas de Madrid y Barcelona el 27 de Noviembre. La
película, rodada como si de un falso documental se tratase, es una
mordaz crítica al mundo de la cultura que no deja títere con cabeza. Con
guión del escritor Javier Calvo, y con cameos de Lucía Extebarría y Vila-Matas, sorprende que uno de los personajes, el interpretado por Miki Esparbé, lleve por nombre Manolo Vázquez. “El hecho de que, de la misma forma que hacía mi padre, yo me incluya como personaje en La Maniobra de Heimlich,
te puedo asegurar que no responde a una influencia directa. Quizás hay
algo inconsciente, como apuntas, no lo sé. Sí que es verdad que muchas
críticas están intentando linkar movimientos míos con los que hacía mi
padre: la mala leche de la película, la autoficción, etc”.
Con una película que, tras su paso por el Festival de Málaga,acaba de
llegar a salas, y con una segunda en mente -Manolo está preparando un
proyecto a medio camino ente ¡Jo, que noche! y Perdita Durango-,
el director sólo espera ser valorado por sus propios méritos. “Odio que
la gente me haga entrevistas sobre mi padre, y es algo que espero dejar
de hacer lo antes posible. Huir de su figura es muy difícil, eso está
claro. Yo entiendo que, ahora mismo, para cualquier medio es más
interesante hablar de mi padre que de mí. Mi sueño es que algún día
alguien diga: el padre de Manolito dibujaba. Ya sabes, Manolo, el del
cine”.