Poco queda de la Villa Rosita original de principios del siglo XX. Sólo dos edificios rememoran aquellos tiempos de palacetes y hoteles en una de las mejores zonas de la ciudad, Villa Alta, de la que ya hemos hablado, y la pobre Villa Rosita, de la que poco queda.
Lo más llamativo y evocador es el torreón modernista, ubicado en una de las esquinas, que está coronado con un bonito trencadís cerámico. Tuvo parciales reformas en el siglo pasado, su creador fue Isasi Isasmendi con reforma de Navarro Pérez en el 19. Por ahí pasaron un par de colegios hasta que, casi en el 2.000, se reconvertió en pisos y se intentó evocar, un poquito, el diseño original.
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