No sería justo iniciar este pequeño viaje en el tiempo sin empezar por el Bar de Antonio. No está incluido dentro de la colección de comercios recreados por Sisco Farrás, es simplemente una maravillosa consecuencia de la iniciativa que ha conseguido relanzar el pueblito y volverle a la vida.
Este bar perteneció a la familia de Antonio hace tres generaciones, de hecho un retrato de su abuelo preside el salón, así como fotos de sus padres o la tele original que se puso en su momento. En Salàs se celebraban importantes ferias ganaderas y el pueblo rezumaba vida y jolgorio, de hecho en el bar se conserva todavía el piano y una zona a modo de escenario donde se realizaban actuaciones para los caballeros que venían al mercado.
Cerrado hace más de treinta años permaneció así como una cápsula temporal, meteniendo todos los muebles, estructuras, mesas, mostrador, banquetas. Y viendo que la iniciativa de los comercios atraía visitantes al pueblo Antonio decidió reabrir el local, sin tocar su esencia, conectando la luz 30 años después, impresionante. Todo es auténtico y maravilloso, desde el riquísimo vermú, los posavasos imposibles, los dispensadores de servilletas, las piezas eléctricas o la gran sillería. Sólo ese placa de Pepsi desentona, está como forzada, pero es entendible. Es la consecuencia de hacer las cosas bien en un lugar donde ya nada atraía al público.
Pudimos tener una larga conversación con Antonio, encantador y amable, y con su hijo, que parecía muy extrañado de que unos de Zaragoza andaran haciendo preguntas en su espacio. A Antonio se le humedecían los ojos hablando de sus padres y del abuelo, es normal, y se sentía muy orgulloso de haber acabado, al final de su vida, detrás de la barra que sus antecesores crearon hace un par de generaciones y que tanto sudor les costó construir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario