Ayer nos juntamos tres buenos fans de KISS en mi casa a ver, con la comodidad y la elegancia que nos caracteriza, el concierto final de KISS celebrado en el Madison Square Garden la pasada semana y en el que los neoyorquinos entregaron los uniformes y las bayonetas en el cuartel.
Y es buena cosa que lo hagan porque el pastel está vendido.
Y digo ésto porque, lejos de hacer una celebración como la banda merece, con la presencia de todos los miembros pasados, de invitados, con guiños, fallos y alguna excentricidad inolvidable, tiraron del producto tal y cual lo conocemos, tal y cual lo hemos disfrutado, pero más gastado, más repetido, lento e incluso aburrido por momentos. Las energías van justas, justísimas.
Saco de la lista de clichés esa estupendísima guitarra roja de Paul Stanley o ese precioso mini escenario con forma de estrella donde Stanley hizo el ganso un par de temas, todo lo demás está en el manual de instrucciones.
La magia es la magia y la cosa pide cerrar el local. Igual que dije que su último concierto en Madrid fue excelentísimo digo que, a mi parecer, esta última entrega presenta a una banda muy cansada, con poco brillo y aburrida un poquito de sí misma. Paul Stanley apenas tiene voz, grita y gorjea pero ya dejó atrás la bella voz del frontman, sus bailes han pasado de Michael Jackson a mi abuela Vicenta. Gene siempre ha sido el motor y seguro de vida de esta gente, y si Gene flojea, la cosa se va al traste. Y el viejo Demon de 74 years old está ya más en Florida que en el escenario. Apenas se mueve, la voz en caída libre, y sus movimientos son ya, pues eso, de 74 años (ya quisiera yo ese poderío). Eric Singer se hace mayor y va sobrado, pero nunca ha sido el carnaval de Cádiz, y el señor Thayer seguro que es muy trabajador, puntual, responsable, implicado, correcto y majo tío, pero tiene menos magia que mi vecina del quinto, no tiene eso que tiene que tener un rockero, es como si tocara un analista financiero, no cuela Tommy, me aburres Tommy, no tienes nada de espacial y menos de especial.
El show es apabullante, pero sin matices, gana por demolición, pero no por creatividad. Algunos recursos están más usados que un coche viejo. Muchos leds, mucho fuego, mucho de todo, pero falta ese pulso creativo tan maravilloso, se echa mucho de menos a Aucoin, llevamos 40 años añorándolo.
Así que, con una sonrisa, la mejor compañía y unos cuantos bostezos apagamos la pantalla y nos fuimos cada uno a nuestro cubil con una sensación de "joder, lo podían haber hecho muuuucho mejor, Kiss merece más".
Y como dice la canción de Stanley, "Goodbye".
2 comentarios:
No soy seguidor de Kiss pero da gusto leer tus crónicas.
Ja, bueno, por lo menso entretengo, jaja, abrazos
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