EL RASTRO DEL HOY (2/6/2024) SAN BRUNO, ZARAGOZA

Tengo muy claro que las instituciones se quieren cargar los rastros de Zaragoza, no los entienden. El de la Expo está lejano y se ve poco, dejemos que los parias se revuelvan en la basura lejos de la vista del visitante o del vecino, y así no perjudicar la imagen de una ciudad moderna, del siglo 79.

La ignorancia es muy valiente aunque el concepto bien es cierto que se está perdiendo. Los rastros tengo entendido, nacieron en España sobre el XVI. Y aunque ahora se denomina así a un mercadillo popular que se realiza, habitualmente, al aire libre, donde se venden productos a menor precio del normal, su nombre no proviene de este concepto. Generalmente se encuentran en lugares cedidos por los ayuntamientos (no cobrados) y en ellos se vendía la carne al por mayor y el RASTRO que se dejaba de sangre de la res sacrificada y arrastrada es lo que les generó el nombre que actualmente les otorgamos.

Nunca ha sido espacio para las élites, aunque muchas de ellas, casi de manera escondida, se han paseado por ellos en busca de tal o cual maravilla, dígase publicación, pintura u objeto. Pero al estar poblado de buscavidas y humildes chamarileros que hurgaban entre basuras, derribos o desechos de los más pudientes o de los más desapegados, pues eso, no mola a ciertos prebostes.

Siempre ha tenido ese toque outsider que es parte de su magia. Pero tengo claro que a los políticos no les gustan, jamás he visto uno saludando o mirando una figurilla en sus puestos, sí he visto periodistas, artistas, escritores, coleccionistas, músicos, artistas y otros "lunáticos". Ya es que no les gusten los rastros "basurero", sino los mercadillos de antigüedades, coleccionismo, etc. No los apoyan, no los impulsan, no los quieren. Lejos de cederles el espacio, lo cobran, lejos de dejarles ser libres, los fiscalizan con policía, no entienden que hay gente, muy humilde que se gana el pan así, unos eurillos para salvar la semana.

Además de todo ello, hay otros, no tan humildes, que coleccionan, comparten y se sacan algunas perrillas, que casi siempre invierten en otros objetos que compran a otros vendedores, la sal de la vida. A éstos últimos, coleccionistas, anticuarios, mercaderes de las emociones, además de cobrarles el ticket del espacio urbano que utilizan cinco horas a la semana consiguiendo con ello hacer disfrutar a cientos de personas y llenando cafeterías y bares, con el consiguiente trasiego de cafés, churros, cañas y calamares, les cobran y les solicitan que se den alta de Autónomos. Alucinante. Estas gentes ya tienen sus trabajos, pagan sus impuestos o son venerables jubilados que ya han contribuido largo y tendido durante decenios a soportar las arcas públicas y ahora, algunas veces, pues se sacan unos euros con cuatro cachivaches, pero el diente fiscal no permite que se escape ni una.

Hoy en día, que se nos llena la boca con la sostenibilidad, no entiendo como (así lo hacen franceses o americanos) no es estimula este tipo de mercadillos, aún más, o las ventas de garage, como hacen en otras latitudes. Las estructuras urbanas de Francia y Estados Unidos, sobre todo de éstos últimos, permiten a los particulares exponer sus ventas de garage, y no veo a la policía local americana solicitando Autónomos a la familia de rigor, lo que faltaba ya, pero en España, que vivimos de otra forma, en pisos, tenemos que formar lugares donde ocurran estas cosas, plazas, porches o avenidas, porque no vivimos en chaletes con varios acres de jardín. Hay muchas personas que se benefician de los rastros, se le da una segunda vida a objetos, ropa o mobiliario, y el mundo gira. Pero no, es mejor los wallapops, vinteds o mierdas de este estilo, más que nada porque así alguien se levanta una pasta en forma de comisión y el fisco clava colmillo y evita que el dinero que no controla de vueltas por el mundo. Los billetes no gustan, gusta bizum, gusta internet y el tpv, más que nada porque así, ¡Ay amigo!, se monitorizan las perricas. Estarían encantados de ponerles IVA a los materiales que se venden en el rastro y sacar el IRPR, el impuesto de las Personas del Rastro.

El rastro es cultura, y el que no lo entienda así es un inculto y un avaro. En él conoces y compartes conocimiento, empatizas y te relacionas con todo tipo de gentes, ves su situación y te das cuentas de tus privilegios, te inspiras con mil y un objetos, encuentras músicos, literatos, ilustradores, fotógrafos, pintores, escultores o ceramistas, historia, imagen y vida. Además de todo eso, te hace feliz porque no hay nada más divertido que la búsqueda, el juego y el regateo.

Pues todo eso se lo quieren cargar, por su falta de visión, su avaricia y su incultura. A base de circo para las masas, maratones, conciertos, impuestos, tasas y mal trato. ¿Tan poco les importamos como ciudadanos? ¿Si no eres de running o caseta a millón, no molas? Parece que no.

Y por supuesto que hay pillos zalameros en los rastros, faltaría, pero la densidad de rufianes por metro cuadrado es ínfima respecto a las instituciones. Además, estos traviesos pícaros buscan tan solo migas para avanzar en el día a día, los otros quieren muslo, pechuga y solomillo.

Por favor, no maten los rastros, los mercadillos o los encuentros de coleccionistas, matarán parte del legado del espíritu urbano español con más de 500 años.

Hoy, el rastro de San Bruno estaba cerrado por un concierto, la plaza desierta y triste, sólo un anticuario tenía un par de cosas apoyadas en la pared. Nos tendremos que ir a acostumbrando a plazas tristes y vacías, a Fernando el Católico sin numismáticos y al Rastro Expo más miserable que nunca. Aunque no soy del todo pesimista, estas cosas salen de manera natural, no se puede poner diques a semejante torrente.