Cuando salía del cine ayer de ver la última de Tarantino tenía un regusto frustrante en la boca, el regusto de haber asistido a una peli con unas posibilidades y unos momentos brutales, geniales, pero fallida en su conjunto, en mi modesta opinión por un exceso de metraje. La peli está dividida en episodios, el primero es sublime, gran cine, una escena de las que quedan grabadas, con un Christoph Waltz (no lo conocía) que te alucina, en el papel más importante del film, que borra del mapa a Pitt. Los doblajes dejan bastante que desear, pero el personaje de Waltz, como coronel de las SS, una especie de espía/detective te alucina y condensa, junto a la reunión en la taberna con el Gestapo, los mejores momentos del film. Genial en las músicas como siempre, Mr. Tarantino mezcla el spaguetti western con la guerra en Francia, y te ofrece un cocktail nuevo, creativo, genial. Lástima de esas escenas tan largas, en exceso, en 90 minutos te hace una obra maestra. Death Proof me lo pareció, una obra maestra, a esta le sobra 60 minutos. Christoph Waltz merece unos apuntes aparte. Este actor austriaco borda el papel de Hans Landa, así se lo reconocieron en Cannes dándole el premio al mejor actor, transmite y maravilla. El ataque de risa en el estreno en el hall del teatro es sublime, el capítulo uno merece un Óscar. Merece la pena ver la peli, solo por verlo a él. Al cine señores, Tarantino les espera.
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