La ciudad está plagada de antiguos cementerios, casi todos de finales del siglo XVII y principios del XVIII. Edimburgo es un pozo de historias sórdidas, relatos sangrientos y misteriosas leyendas alimentadas por la dramática y atormentada arquitectura. Los eternos fantasmas y los primeros asesinos múltiples pueblan las historias de los vecinos que las adoran como parte de su identidad. Coleccionan fantasmas como nadie. Visité tres cementerios, el de Greyfriars con el espectro de Sir George Mackenzie, frente a su mausoleo la gente se divierte insultándolo antes de salir corriendo. En este cementerio además se encuentra la terrible prisión de los presbiterianos, que en número de 1200 permanecían encarcelados en un ala del campo santo para ir, poco a poco, desfilando hacia la horca en la cercana plaza de Grassmarket. En otro cementerio como es el de Canongate Kirk y Kirkyard, tranquilo, solitario y sospechoso, se encuentran los mausoleos de Adam Smith entre otros. Finalmente visité el de Old Calton, fascinante... con un cartel a la entrada en el que te avisan que no camines entre las tumbas, una losa puede caerte encima. Hay tours nocturnos que visitan los cementerios y alguno que otro sale aterrado, dan pavor y entiendes mucha literatura victoriana visitándolos. También se ve como algún indigente tiene ubicada su residencia (saco y cartones) en mausoleos terroríficos... más tranquilo no se puede dormir, digo yo. Imprescindibles.
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