A media horita en tren desde Copenhague (no contratéis excursiones, hay un tren cojonudo) se encuentra Roskilde, un precioso pueblo danés con un montón de historia a sus espaldas. Lo más interesante, y siendo que era un viaje con niños, es contarles como los rudos vikingos tenían en ese enclave una importante base de operaciones y como protegían el fiordo de ataques enemigos. A mediados del siglo pasado se descubrieron que existían varios barcos vikingos hundidos en la zona, el estado danés y los estudiosos, con trabajo, dinero y esmero, han conseguido restaurar las piezas, hacer repros que hay "aparcadas" en el encantador puerto y construir un museo, sencillo pero enriquecedor donde los chavales pueden ver los restos, vestirse de vikingo y ver talleres de carpintería, metal y demás donde artesanos siguen haciendo barcazas t rehabilitaciones.
Un lugar tranquilo, apacible y bellísimo, con una luz especial y rodeado de un parque primoroso y una aldea (no turística y habitada) con casas llenas de flores y tejados de caña, además de un casco urbano estupendo, con abundantes tiendas y una Catedral que merece post aparte.
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