Me quejo mucho del desastre que supone para nuestra querida ciudad, Zaragoza, la desaparición del comercio tradicional. Hace un par de días relataba el triste cierre de LA ESPAÑOLA, tienda centenaria de la Plaza Sas. El goteo es contínuo, con este problema estamos asistiendo a la pérdida de una cultura propia, de una forma de hacer las cosas, de un sentimiento de la tradición bien entendida, de la calidad del trabajo bien hecho generación tras generación. Pero la famosa ley de los alquileres y el cansancio de las familias han decidido tirar el romanticismo y este tipo de valores por la borda. No los censuro, faltaría más, bastante hacían ellos día a día levantando persiana y pasando el polvo a las centenarias vitrinas.
Pero este asunto no atañe sólo a nuestra ciudad, es muy español. Y Barcelona, ciudad querida y vivida languidece del mismo cáncer en su estructura.... ahora empiezan a reaccionar las instituciones, que ven como una ciudad muy turística, puede perder señas de identidad tan potentes como su chocolatería más antigua, Fargas (200 años), la filatelia Monge o la Pastelería La Colmena. Por no hablar del Colmado Quílez (prodigioso) que hasta aparece en las guías de la ciudad (visitado por mi en repetidas ocasiones). Lamentable. Palacio del Juguete, Juguetería Monforte ya han caído, sin remisión.... algunos pudimos despedirnos de las viejas tiendas. Hoy, en LA VANGUARDIA, se hacen eco de soberano problema.... absolutamente inocuo para muchos, verdaderamente terrible para mi. Aquí os transcribo el texto de LA VANGUARDIA y unas fotos de estos establecimientos maravillosos.
SILVIA ANGULO Barcelona
LLUÍS SIERRA Barcelona
JAUME V. AROCA Barcelona
"La desaparición de los comercios singulares de las calles de Barcelona, baqueteados por la crisis y ahora especialmente por el encarecimiento de los alquileres, ocupó ayer parte del debate del estado de la ciudad que tuvo lugar en el salón de la Reina Regente y, sobre todo, muchas de las conversaciones de los líderes políticos en los pasillos del Ayuntamiento. La agonía inmobiliaria del colmado Quílez, anunciada en la edición de ayer de La Vanguardia, parece haber sacudido a los líderes de la ciudad y, en especial, al gobierno de Xavier Trias. El alcalde fue taxativo ayer cuando aseguró que “no es verdad que no podamos hacer nada”. En consecuencia, el municipio, afirmó, pasará a la acción.
El alcalde se comprometió a presentar en el pleno del mes de febrero una medida de gobierno que incluirá un catálogo de protección del patrimonio interior y exterior de los establecimientos que se consideren singulares. Trias añadió, aunque en este punto fue menos preciso, que también habrá que proteger la actividad, un asunto clave porque una cosa es preservar los muebles de una tienda y su aspecto exterior y otra distinta garantizar que el antiguo comercio que ha dado vida a este lugar sigue activo.
El concejal de Comercio del Ayuntamiento de Barcelona, Raimond Blasi, advierte que será difícil ir más allá de la protección del patrimonio, es decir, más allá de proteger la fachada o algunos elementos decorativos o de mobiliario. “Podemos explorar la posibilidad de preservar la actividad como un bien cultural, pero...”. Blasi reconoce que la sucesión de cierres de negocios de los últimos meses ha dejado al gobierno de la ciudad en una posición políticamente delicada. “Probablemente –reconoce– la fotografía que teníamos del sector no era suficiente”, al tiempo que admite que llegado a este punto “las soluciones que podemos buscar no van al mismo ritmo que el problema”.
Uno de los acuerdos adoptados en el pleno ayer da la razón, aunque no le deja precisamente en buen lugar, al concejal de Comercio. El pleno aprobó con los votos favorables de CiU y PP el proyecto de rehabilitación y transformación del edificio en el que se encuentran la chocolatería Fargas desde 1827 –casi dos siglos– y la filatelia Monge, que se trasladó a esta ubicación en 1948. El plan de reforma las expulsa definitivamente y el próximo 31 de diciembre bajarán sus persianas. Ellos no han tenido ninguna posibilidad de negociar. La chocolatería es la más antigua de Barcelona, pero ni tan siquiera este argumento ha servido para evitar su extinción. La intención de la propiedad es convertir la planta baja en unas galerías comerciales y también quiere consagrar a uso comercial la planta superior.
Los tres grupos de la oposición que rechazaron este acuerdo, PSC, ICV y ERC, comparten el mismo argumento: el departamento de Urbanismo –que ayer aprobó inicialmente el plan general para la protección del patrimonio arquitectónico de la ciudad– podría haber puesto dificultades a esta operación. No lo ha hecho.
En el proyecto aprobado no queda claro qué se hará ni cómo se protegerá la valiosa decoración que hay en el interior de los dos locales. Se apunta a llegar a un acuerdo con los propietarios de la chocolatería y con la dirección de Patrimoni para trasladarla o buscar una solución consensuada. El caso de la filatelia es más complicada, ya que en este local se quiere ubicar la entrada al edificio. También el mobiliario peligra.
En el pleno, Jordi Martí, el presidente del grupo municipal socialista, pidió al alcalde que promueva una normativa que vaya más allá de la protección del patrimonio. Sugirió la elaboración de planes de usos que permitan limitar o proteger las actividades en una calle o en un distrito como se hace en otras ciudades europeas. El propio edil socialista admitió que “ustedes –dirigiéndose al alcalde– no han provocado la situación de estos negocios, pero ustedes deben ofrecer una solución”, pero advirtió de que, quizás, cuando lleguen “ya no será necesario porque no quedará ni un solo establecimiento para proteger”.
Trias admitió lo delicado de la situación y prometió “reaccionar rápido” evitando, dijo “brindis al sol”. “Hay casos –sostuvo el alcalde– que no tienen solución: cuando alguien quiere cerrar una tienda, no hay más remedio”.
Jordi Portabella, el presidente municipal del grupo republicano y exconcejal de Comercio en los años del tripartito municipal, pidió al alcalde que el Ayuntamiento utilice las suspensiones de licencias en determinadas áreas mientras se crea el marco legal que permita evitar el desastre. En suma, Portabella propone ganar tiempo, pero el alcalde se mostró muy cauto. Aceptó la idea pero subrayó que el Ayuntamiento no está dispuesto a hacer nada ilegal. Con todo, se comprometió a “hacer lo máximo para que continúen estas actividades”.
“Bueno –comentaba posteriormente el portavoz del grupo municipal del PP, Javier Mulleras–, la buena noticia del día es que por fin el alcalde ha dicho que hará algo”. Mulleras recordó que ya en el 2011 CiU y PP pactaron en el marco de los acuerdos presupuestarios que se tomarían medidas para proteger los comercios históricos. “Pero a día de hoy no se ha hecho nada. Nada de nada”.
En cierta medida, desde las antípodas políticas, Isabel Ribas (ICV-EUiA) sugería algo parecido. “Llevamos años diciendo que sí, que hay que hacer algo, pero al final el mejor informe que se ha hecho sobre la cuestión no lo ha hecho el Ayuntamiento, lo han hecho los comerciantes”. En este sentido Ribas se pregunta: “¿Por qué el plan de usos de Ciutat Vella, que podría haber protegido la mayoría de los comercios singulares, no lo hizo? Porque el gobierno de la ciudad está en realidad en otra cosa”.
Así está la situación, de modo que no es raro que en la pastelería La Colmena de la plaza del Àngel, en el Gòtic, todo sea zozobra estos días. Josep Maria Roig, titular de la pastelería en la que trabajan 12 personas, ya daba por seguro el año pasado que acabaría cerrando, lo que propició una suerte de guerra de ofertas por esta esquina de primera categoría. “Para igualar las ofertas, tendríamos que asumir una subida del alquiler de un 900 por cien”, calcula Roig. El contrato actual acaba a finales de este 2014. “Hemos de cambiar de filosofía o... Para asumir este aumento deberíamos aumentar las ventas en un 30% –vuelve a calcular–. Podemos pagar un alquiler más alto que el de la renta antigua, pero no el actual de mercado”. Aun así, “lo intentaremos”.
Ayer, la patronal de la pequeña y mediana empresa, Pimec, se sumó al coro de voces reclamando al Ayuntamiento soluciones contra el cierre de comercios."
El alcalde se comprometió a presentar en el pleno del mes de febrero una medida de gobierno que incluirá un catálogo de protección del patrimonio interior y exterior de los establecimientos que se consideren singulares. Trias añadió, aunque en este punto fue menos preciso, que también habrá que proteger la actividad, un asunto clave porque una cosa es preservar los muebles de una tienda y su aspecto exterior y otra distinta garantizar que el antiguo comercio que ha dado vida a este lugar sigue activo.
El concejal de Comercio del Ayuntamiento de Barcelona, Raimond Blasi, advierte que será difícil ir más allá de la protección del patrimonio, es decir, más allá de proteger la fachada o algunos elementos decorativos o de mobiliario. “Podemos explorar la posibilidad de preservar la actividad como un bien cultural, pero...”. Blasi reconoce que la sucesión de cierres de negocios de los últimos meses ha dejado al gobierno de la ciudad en una posición políticamente delicada. “Probablemente –reconoce– la fotografía que teníamos del sector no era suficiente”, al tiempo que admite que llegado a este punto “las soluciones que podemos buscar no van al mismo ritmo que el problema”.
Uno de los acuerdos adoptados en el pleno ayer da la razón, aunque no le deja precisamente en buen lugar, al concejal de Comercio. El pleno aprobó con los votos favorables de CiU y PP el proyecto de rehabilitación y transformación del edificio en el que se encuentran la chocolatería Fargas desde 1827 –casi dos siglos– y la filatelia Monge, que se trasladó a esta ubicación en 1948. El plan de reforma las expulsa definitivamente y el próximo 31 de diciembre bajarán sus persianas. Ellos no han tenido ninguna posibilidad de negociar. La chocolatería es la más antigua de Barcelona, pero ni tan siquiera este argumento ha servido para evitar su extinción. La intención de la propiedad es convertir la planta baja en unas galerías comerciales y también quiere consagrar a uso comercial la planta superior.
Los tres grupos de la oposición que rechazaron este acuerdo, PSC, ICV y ERC, comparten el mismo argumento: el departamento de Urbanismo –que ayer aprobó inicialmente el plan general para la protección del patrimonio arquitectónico de la ciudad– podría haber puesto dificultades a esta operación. No lo ha hecho.
En el proyecto aprobado no queda claro qué se hará ni cómo se protegerá la valiosa decoración que hay en el interior de los dos locales. Se apunta a llegar a un acuerdo con los propietarios de la chocolatería y con la dirección de Patrimoni para trasladarla o buscar una solución consensuada. El caso de la filatelia es más complicada, ya que en este local se quiere ubicar la entrada al edificio. También el mobiliario peligra.
En el pleno, Jordi Martí, el presidente del grupo municipal socialista, pidió al alcalde que promueva una normativa que vaya más allá de la protección del patrimonio. Sugirió la elaboración de planes de usos que permitan limitar o proteger las actividades en una calle o en un distrito como se hace en otras ciudades europeas. El propio edil socialista admitió que “ustedes –dirigiéndose al alcalde– no han provocado la situación de estos negocios, pero ustedes deben ofrecer una solución”, pero advirtió de que, quizás, cuando lleguen “ya no será necesario porque no quedará ni un solo establecimiento para proteger”.
Trias admitió lo delicado de la situación y prometió “reaccionar rápido” evitando, dijo “brindis al sol”. “Hay casos –sostuvo el alcalde– que no tienen solución: cuando alguien quiere cerrar una tienda, no hay más remedio”.
Jordi Portabella, el presidente municipal del grupo republicano y exconcejal de Comercio en los años del tripartito municipal, pidió al alcalde que el Ayuntamiento utilice las suspensiones de licencias en determinadas áreas mientras se crea el marco legal que permita evitar el desastre. En suma, Portabella propone ganar tiempo, pero el alcalde se mostró muy cauto. Aceptó la idea pero subrayó que el Ayuntamiento no está dispuesto a hacer nada ilegal. Con todo, se comprometió a “hacer lo máximo para que continúen estas actividades”.
“Bueno –comentaba posteriormente el portavoz del grupo municipal del PP, Javier Mulleras–, la buena noticia del día es que por fin el alcalde ha dicho que hará algo”. Mulleras recordó que ya en el 2011 CiU y PP pactaron en el marco de los acuerdos presupuestarios que se tomarían medidas para proteger los comercios históricos. “Pero a día de hoy no se ha hecho nada. Nada de nada”.
En cierta medida, desde las antípodas políticas, Isabel Ribas (ICV-EUiA) sugería algo parecido. “Llevamos años diciendo que sí, que hay que hacer algo, pero al final el mejor informe que se ha hecho sobre la cuestión no lo ha hecho el Ayuntamiento, lo han hecho los comerciantes”. En este sentido Ribas se pregunta: “¿Por qué el plan de usos de Ciutat Vella, que podría haber protegido la mayoría de los comercios singulares, no lo hizo? Porque el gobierno de la ciudad está en realidad en otra cosa”.
Así está la situación, de modo que no es raro que en la pastelería La Colmena de la plaza del Àngel, en el Gòtic, todo sea zozobra estos días. Josep Maria Roig, titular de la pastelería en la que trabajan 12 personas, ya daba por seguro el año pasado que acabaría cerrando, lo que propició una suerte de guerra de ofertas por esta esquina de primera categoría. “Para igualar las ofertas, tendríamos que asumir una subida del alquiler de un 900 por cien”, calcula Roig. El contrato actual acaba a finales de este 2014. “Hemos de cambiar de filosofía o... Para asumir este aumento deberíamos aumentar las ventas en un 30% –vuelve a calcular–. Podemos pagar un alquiler más alto que el de la renta antigua, pero no el actual de mercado”. Aun así, “lo intentaremos”.
Ayer, la patronal de la pequeña y mediana empresa, Pimec, se sumó al coro de voces reclamando al Ayuntamiento soluciones contra el cierre de comercios."
2 comentarios:
Cierto, muy cierto y se debe a una ley, a una ley de los progresistas, una ley tan buena que la derecha no modificó, ni los gobiernos de izquierda, tampoco; como tantas otras que no se anularán ni modificarán.
Pues es una enorme pena, porque en las grandes ciudades europeas estas cosas se mantienen con mucho cariño.... obviamente hay comercios que, por un tema generacional, acaban cerrando la persiana, pero es clásico reciclar e incluso mantener el rótulo del comercio centenario protegido, y su escaparate, y colocar dentro la nueva propuesta comercial... no es el caso, y es una pena.
El mundo se aplana y las ciudades (no todas) pierden su personalidad. No es un tema de izquierdas ni de derechas, es un tema de cultura y educación, en mi opinión.
Un saludo y gracias por el comentario
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